Evan Ziporyn y ContaQt felicitan a Terry Riley por su octogésimo noveno cumpleaños, publicando «Poppy 88», basado en «Poppy Nogood and the Phantom Band».
Hace ahora un año, el 24 de junio de 2023, con motivo del octogésimo octavo cumpleaños de Terry Riley, el CAST (Centro de Artes, Ciencias y Tecnología, por sus siglas en inglés) del prestigioso MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts) y el conjunto de cámara ContaQt organizaron una especie de fiesta sorpresa de cumpleaños que tuvo un gran impacto mundial: 88 de los más talentosos músicos actuales de casi todo el mundo –en sesenta ciudades de veintitrés países, desde Atenas a Raufarhöfn, en el noreste de Islandia, además de Berlín, Bruselas, Dublín, Estambul, Nueva York, Pretoria, São Paulo, San Francisco, Tokio, Toronto y Varsovia, entre otros muchos lugares, pero ninguno de España…–, entre los que se encontraban Maya Beiser, Sarah Cahill, Claire Chase, Gloria Cheng, Julian Coryell, Dennis Russell Davies, Paul Dresher, Arnold Dreyblatt, Victor Gama, Lihi Haruvi, Colin Jacobsen, Joan Jeanrenaud, Katrina Krimsky, Jaron Lanier, Maki Namekawa, John Oswald, Kala Ramnath, Robert Rich, Paulo Santos, Tracy Silverman, Vân-Ánh Võ, entre otros, además de Gyan Riley, el hijo de Terry Riley, o los cinco integrantes de ContaQt, Mary-Katherine Finch, Jerry Pergolesi, Allison Wiebe, Sarah Fraser Raff y Andrew Noseworthy (pero tampoco ningún español), se juntaron telemáticamente en un inolvidable concierto virtual para rendir homenaje al legendario compositor minimalista, interpretando Poppy 88, una composición colectiva arreglada por el director del CAST del MIT, el compositor y clarinetista estadounidense Evan Ziporyn, basada en Poppy Nogood and the Phantom Band, pieza incluida en la cara B de la obra maestra de 1967 de Riley, A Rainbow in Curved Air, su tercer álbum.
Un año después, cuando Riley cumple 89 años, el sello canadiense People Places Records publica la pieza, de poco más de treinta minutos de duración, muy en la línea de la pieza original de Terry Riley, que utilizó bucles de cinta para generar las distintas capas de melodía –la «banda fantasma» a la que se alude en el título de la composición–. Sin ensayos previos, los músicos lograron soslayar las limitaciones inherentes a la transmisión de audio –tanto la distancia física como la variación de la velocidad de transmisión de datos– para crear estas nuevas complejas capas de texturas.