Jonny Greenwood estrena mañana «268 Years of Reverb», una obra de ocho horas de duración compuesta para el órgano de la Capilla Octogonal de Norwich.
Mañana sábado se va a producir el estreno mundial de 268 Years of Reverb, una composición para órgano de tubos compuesta por Jonny Greenwood, el compositor de bandas sonoras y multiinstrumentista miembro de Radiohead y The Smile. Se trata de una obra de ocho horas de duración cuya idea nació, como explicó a Eastern Daily Press, «de la experiencia de ver cómo se comprobaban los sistemas de megafonía en varios locales: se envía un barrido de todas las frecuencias posibles al espacio vacío y se analiza lo que se recibe. Siempre se tiene la sensación de que una sala es diferente después de esto y queda purificada o revitalizada».
El título de la composición hace referencia a los 268 años que hace de la finalización de la Capilla Octogonal, una iglesia terminada de construir en 1756 –y catalogada como edificio protegido por su arquitectura de estilo neo-palladiana–, situada en la localidad de Norwich, a unos 190 kilómetros al noreste de Londres, que es donde va a tener lugar el estreno, utilizando el órgano de tubos de esa iglesia –que data de 1802–, que está situado en el centro de la capilla. Con el público sentado en círculo, la música llenará todos los rincones del espacio, la luz se moverá por el edificio y, cuando el sol se ponga, hacia el final del espectáculo, los momentos finales se vivirán casi en penumbra. Dada su extraordinaria duración, la composición será interpretada por el organista James McVinnie –colaborador, entre otros, de Squarepusher, Nico Muhly o Bryce Dessner– y la pianista y violinista Eliza McCarthy, que se turnarán durante su ejecución.
En declaraciones al citado periódico británico, Greenwood manifestó que eligió componer la obra para órgano de tubos porque «escuchar música de órgano en las iglesias es el único modo, realmente, de reproducir fielmente como es la experiencia de escuchar música de hace cientos de años: normalmente se trata de los mismos tubos de órgano y la misma sala. Y hay una gran riqueza y complejidad en cada tono, algo a lo que la música electrónica, con su dependencia de los altavoces, ni se le acerca».
«En su complejidad –añadía–, puede crear los mismos tonos coloristas que se oyen en la música india, así que sentí que había una fuerte conexión entre las dos cosas, y lo abordé pensando que melódicamente podría ser como una pieza de música carnática (la música clásica india), donde no hay un verdadero principio o final, sólo la sensación de “subirse” a una rueda en movimiento».