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Blixa Bargeld: «Estar de gira es muy parecido a trabajar en una plataforma petrolífera en el Mar del Norte. Cuando no trabajas, comes y es posible que duermas».

Por una vez, y sin que sirva de precedente, en España nos hemos adelantado al Reino Unido en la publicación de un libro que tiene, en principio, como asunto central la música. Se trata de Europa. Una letania, el libro escrito por Blixa Bargeld, el líder de Einstürzende Neubauten y ex-mano derecha de Nick Cave en los Bad Seeds durante más de veinte años, en 2008 y publicado originalmente en alemán –Europa kreuzweise: Eine Litanei– un año después, y que apareció en España, con traducción de Rubén Ortega Díaz, en la pequeña editorial Hurtado & Ortega, en 2018. Han pasado casi cuatro años para que el libro vea la luz en inglés –Europe Crosswise: A Litany– publicado por Contra Mundum Press.

Valga la excusa de la edición en inglés para rescatar del archivo la entrevista telefónica con Blixa Bargeld que realicé en marzo de 2019, para hablar de Europa. Una letania, un curioso relato en el que, en aparente formato de road book, muestra su amor por la alta cocina al tiempo que deja pinceladas sueltas sobre su visión de Europa, con el resultado del referéndum del Brexit todavía asombrando al resto del continente. Téngase siempre en cuenta la fecha de realización de la entrevista, para todas sus referencias temporales.

 

Lo primero que me quiere aclarar Blixa, a tenor de lo que parecen haberle preguntado una y otra vez, es que el libro se publicó originalmente en la editorial austriaca ResidenzVerlag en 2009, apenas un año después de los acontecimientos que en él se narran.

Lo segundo que el líder de Einstürzende Neubauten quiere recalcar, es que Europa: una letanía «no es un diario de viaje. Al menos el cincuenta por ciento de las cosas es ficticia». La aclaración, en realidad, no aclara nada, porque, a primera vista, el libro sí parece el diario de la gira que la banda realizó durante la gira europea de presentación de Alles wieder Offen (2007): muestra el hastío de la carretera pese a viajar en autobús acondicionado con todo lujo de detalles, en donde no falta ni la televisión ni la wifi, e intercala recuerdos de esos mismos lugares visitados veinticinco años antes, cuando las comodidades no existían. Para terminar de rematar la faena de la sensación de rutina y tedio, no hay eso tan típico del rock’n’roll way of life: ni sexo, ni drogas, ni música. Bargeld nos ofrece, por el contrario, el listado de canciones interpretadas en cada etapa del periplo: un listado que se repite una y otra vez, prácticamente inalterable. La monotonía que transmite viene dada, precisamente, por el subtítulo del libro: Una letanía. Y Blixa lo explica: «Una letanía es una oración que alguien recita y que otros repiten o contestan. Y es también una lista o enumeración larga y monótona. Por eso el libro es «tan plano». Si lo tuviera que definir con términos musicales, sería un bucle sin principio ni final. Puedes entrar y salir en cualquier momento. Siempre hay una sucesión de elementos recurrentes: el autobús, el lugar, la prueba de sonido, el concierto, el hotel y otra vez el autobús. Eso es así durante meses. Es solo movimiento: no hay reflexión, no hay opinión, solo un constante «ahora». No quería hacer un típico diario de una gira: quería jugar con la posibilidad de crear un texto potencialmente infinito que sí representara el movimiento de una gira de conciertos».

Lo tercero es que está un poco harto de que se interprete el libro como la evolución personal de un antiguo anarquista convertido en un elegante diletante hedonista (que se compra los zapatos en Italia –«pero tengo muy pocos»–, país, también, que reconoce ser el único en el que toma café…), por la sucesión de experiencias gastronómicas (en restaurantes con y sin estrellas Michelin) que detalla, incluido el viaje en taxi (de ida y vuelta), desde Barcelona a Rosas, para visitar ElBulli, todavía entonces abierto y ocupando el número 1 de la lista de la prestigiosa revista británica The Restaurant

«Hace mucho que me acusan de traidor –admite Bargeld–. También es cierto que hace mucho que dejé de ser un «okupa» pero eso no cambia para nada mis creencias políticas. No me ha dado por pensar en estos momentos que el movimiento «okupa» de Berlín fuera malo. Y tampoco me tengo que disfrazar para que me acepten los punks actuales. De hecho, ¡nunca he sido punk! Los punks eran los que me lanzaban botellas de cerveza a la cara en nuestras actuaciones. Ni era un punk entonces ni soy un bon vivant ahora. Me siento más cercano a Baudelaire, al que siempre han llamado dandi, aunque él odiaba a los dandis».

Curiosamente, el mundo okupa no sale tampoco muy bien parado en el libro. «Es que es así –advierte vehementemente–: el mundo “okupa” es muy conservador, al menos casi siempre. Yo viví como “okupa” un período de tiempo corto, con mi compañero de banda Andrew Chudy [N. U. Unruh], y nos sentíamos boicoteados: todos los grafitis que hacía Andrew eran inmediatamente borrados con pintura blanca. Creo que éramos demasiado crípticos o no lo suficientemente definidos políticamente para nuestros “compañeros de piso”».

«Pero, para ser honesto, lo primero en lo que pienso cuando estoy en una ciudad es en buscar un buen restaurante –reconoce–. Lo que no me gusta de los buenos restaurantes es su público: la mayoría son hombres de negocios. La buena cocina es tanto cultura como educación. Puede que haya derivado hacia ello por haber renunciado a muchas de mis pasiones anteriores durante mi vida de músico de rock, algunas de las cuales eran ciertamente ilegales… Nunca me gustaron las drogas duras, y siempre fui contrario a la heroína. Sí tomaba muchas anfetaminas, que son mucho peores para la salud. Puedes hacerte viejo tomando una dosis diaria de heroína, pero no pasa lo mismo con el speed. No tuve que desengancharme de nada. Simplemente, en un momento dado me aburrí. No tuve que salir de mi camino para quedarme limpio. Lo que hago ahora lo hago de la misma manera compulsiva que antes, sólo que ahora tiene un nombre diferente…».

«Este gusto por la buena comida es relativamente reciente –añade–. Soy prusiano, no hay nada especialmente atractivo en nuestra cocina y había probado muy pocas cosas a lo largo de mi vida. En Berlín no crece nada… y en mi juventud no había nada. Además, fui vegetariano durante treinta años. Creo que aprendí a comer en China, porque es increíblemente difícil ser vegetariano en China».

Es un libro extraño sobre su vida «de gira».

Sí. Vamos a aclarar una cosa. En primer lugar, esto no es un diario de viaje. He construido el libro. Algunas de las escenas son verdaderas y algunas no lo son, en el sentido en que no han sucedido en esa secuencia cronológica particular o que algunas de estas cosas ni siquiera sucedieron realmente. Como mi visita a una obra de teatro en Cataluña, que no ha ocurrido en esa gira o en ese año. No se trata de un juicio por asesinato. Y no estoy muy contento con la forma en que la editorial española lo está presentando, como si el asunto fueran hechos reales, porque eso simplemente no es verdad.

En cualquier caso pareces trasmitir la idea de que la gira es una forma de vida aburrida.

No estaba tratando de describir la vida real. A mí me contrataron de la editorial alemana ResidenzVerlag porque estaban publicando una serie de libros basados en la idea de letanía. Y yo decidí utilizar la siguiente gira de Einstürzende Neubauten por Europa como material para crear el libro. Una letanía es, en primer lugar, una expresión oral de súplicas o invocaciones que una persona recita y que otros repiten o contestan. Y también es una enumeración larga y monótona. Por eso elegí la descripción de una gira, porque también se hace lo mismo una y otra vez, es decir: autobús, hotel, prueba de sonido, concierto, hotel, autobús, etc., etc. y lo he convertido en una letanía. Pero su contenido no es siempre real, sino ficticio. No estaba tratando de hacer ningún comentario sobre la situación política en Europa o el Brexit ni nada. Sólo estaba jugando con el formato de una letanía. Y el libro termina con la frase: «Amo a Europa». Es una idea que defiendo: no me siento muy alemán. Me siento muy europeo.

En el libro hay muchas referencias a como se ocupa el tiempo estando de gira. Incluso recurres a recuerdos de un mismo lugar treinta años antes, en los años ochenta. Hablas de cosas que sucedieron en Praga o de la sensación de peligro en Rusia, encontrándoos con policías de verdad y policías de mentira. ¿Crees que Europa ha cambiado para bien o ha cambiado para mal en estos 35 años?

Ha cambiado para mal. Y ha cambiado para bien. Hay que diferenciar entre dos intersecciones. Está Europa, el continente, que no ha cambiado mucho, sigue siendo el mismo continente: la placa tectónica no ha sufrido grandes impactos en los últimos 25 años. Pero Europa, la Unión Europea, la Comunidad Europea, la CEE, sí ha cambiado, por supuesto, para mejor. Creo que es el mayor proyecto de paz del planeta.

Pero han surgido movimientos separatistas y el Brexit y hay una gran cantidad de regímenes populistas que están empezando a poner palos en las ruedas de todo el sistema. Sigo pensando que la comunidad europea es superior. Pero no estaba escribiendo un libro sobre la Cmunidad Europea ni estaba tratando de comentar de ninguna manera mis opiniones sobre el mundo. Excepto expresar mi pequeño amor por Europa.

Cuando trabajas como músico y tienes que viajar al extranjero año tras año probablemente te consideres un ciudadano del mundo. ¿Cómo afecta eso al concepto de nacionalidad?

Al contrario que otras bandas alemanas, Einstürzende Neubauten siempre ha funcionado a un nivel más internacional. Mi compañía discográfica era británica y nosotros teníamos nuestra compañía discográfica alemana. Hacíamos giras por Estados Unidos antes de que nadie lo hiciera. Eso es décadas antes de Rammstein. Y sí, por supuesto, me siento mucho más internacional y, especialmente, europeo.

Una de las cosas más sorprendentes del libro es tu búsqueda de buenos restaurantes con estrellas Michelin.

¿A quién le gusta comer basura? Creo que tengo la posibilidad de ir a lugares como, digamos, Barcelona o España en general. O Italia. Yo procedo de Berlín. Berlín tiene un pasado prusiano, protestante, que está en contra de cualquier forma de hedonismo, que está en contra de cualquier tipo de, digamos, placer sensual. Una vez que pasas al sur de Alemania, la cosa mejora porque es católica, pero también alemana. Pero en Berlín es como si fuera un pecado disfrutar de la buena comida. En Berlín hay gente que jamás ha comido una gamba…

En el libro también dices que quizá uno de tus placeres culpables sea comprar zapatos.

No tengo muchos zapatos. Creo que tengo cuatro, pero los uso constantemente y se me gastan. Si resulta que voy a ir a Roma mañana, aprovecho y voy a comprar un par de zapatos. Pero van a ser los zapatos que voy a usar los próximos dos años. Sé que no puedo conseguir estos zapatos en Berlín. Pero sí sé a qué tienda voy a ir en Roma. Y sé que también hay una en Milán, pero no la hay en Berlín. Eso es todo. Eso es un plus de estar en medio de una gira constante.

Tu sueles llevar siempre un tipo muy concreto de traje de chaqueta. Es casi como un uniforme. ¿Cuáles son las cosas que te importan? Imagino que en tu trayectoria profesional has ganado algo de dinero y no sé en qué te lo gastas. Quizá en crearte un estudio para grabar música…

Yo no me gasto nada de dinero en equipos de grabación ni en instrumentos ni en nada musical. Bueno, no es del todo cierto. Tengo un piano aquí delante, un piano antiguo. Pero si se me ocurre una buena idea, la grabo con mi iPhone. Así es como trabajo. Ese es mi equipo. No necesita ninguna actualización. Trabajo como la gente trabajaba hace cien años.

Una vez me compré un sampler y un teclado y un órgano electrónico y me di cuenta de que la electrónica y todo eso no es lo mío. Si quiero grabar algo, reservo un estudio de grabación. Trabajo con mi ingeniero favorito y él es quien se encarga. Yo le digo mis ideas. Así que no me gasto mucho dinero en eso. ¿En qué gastamos más dinero? En viajes y comida, dice mi mujer. Tengo familia. Cada vez que hay vacaciones escolares nos vamos a algún sitio. Así que ahí es donde se va la mayor parte del dinero.

Ahora acabo de regresar de Londres. Quería ir para despedirme. Pasé mucho tiempo de mi vida en Londres. Tenía una compañía discográfica inglesa. Tenía una banda australiana, como sabes, y grabamos muchos discos en Londres. A veces, incluso, he tenido un apartamento en Londres y sé que no volveré a ver Londres de la misma forma. Pero en vez de aguantar el rollo de que el Reino Unido se va a pegar un tiro en el pie, quería ir a Londres y, básicamente, decir adiós.

Otra cosa que me ha sorprendido del libro es que no hablas mucho de tus compañeros de banda. ¿Cómo es tu relación con ellos? Se podría pensar que como pasas mucho tiempo con ellos podrías considerarlos como una familia. ¿O sólo son compañeros de trabajo?

Es, como dije, una repetición de la misma letanía. Como si todo evolucionara del hotel a la prueba de sonido y luego de vuelta al hotel, y luego al concierto y de vuelta al hotel. Y, al día siguiente, volver al autobús. Así que eso podía suceder con o sin mis compañeros de banda. No hay mucha fiesta ni mucho rock and roll. Estar de gira con el autobús es muy parecido a trabajar en una plataforma petrolífera en el Mar del Norte. Cuando no trabajas, comes y es posible que duermas.

También cuentas que vas una vez y otra a las mismas ciudades. Berlín. San Francisco. Pekín, Londres…

Estuve en Melbourne en 2008. De eso hace como once años. Creo que fue entonces cuando nació mi hija. Ella ahora va a la escuela. Está en quinto grado. Ahora estoy viajando entre San Francisco, Pekín y Berlín. Y ella comienza la escuela. Estoy aquí.

¿Y qué haces en tu tiempo libre cuando no estás de gira?

Colecciono flores secas. Y se las enseño a la gente. No, no tengo ninguna afición. Mi afición es hablar por Skype con los periodistas.