Joep Beving: «El sonido del piano vertical se ajusta mejor a mi música que el de un piano de cola».
El compositor y pianista neerlandés Joep Beving (Doetinchem, 9 de enero de 1976) actuó los pasados 23 y 24 de noviembre en España, primero en la sala Barts de Barcelona y luego en el Auditorio Nacional de Madrid. No eran sus primeras visitas a España, pero sí sus primeros conciertos en nuestro país, en los que demostró por qué ha sido merecedor de ser fichado por el más prestigioso sello discográfico del mundo, Deutsche Grammophon, para el que este pasado verano publicó Trilogy, una lujosa caja de discos de vinilo, en edición limitada, que recoge sus tres primeros discos de larga duración: Solipsism (un Lp), Prehension (dos Lp’s) y Henosis (tres Lp’s), más un séptimo Lp formado por versiones alternativas de algunas de sus piezas y otro material inédito de estudio.
Beving se ha hecho en poco tiempo un nombre dentro de esa corriente musical de la que también forman parte Nils Frahm, Max Richter u Ólafur Arnalds: creadores de una música de gran belleza que combina tintes neoclásicos con planteamientos conceptuales nacidos del minimalismo de Philip Glass.
Esta entrevista se realizó apenas un par de horas antes de que tuviera lugar el concierto del Auditorio Nacional. Toda, salvo una pregunta, la última, a la que respondió a través de su cuenta de Instagram.
He leído que cuando estudiabas piano sufriste una lesión en la muñeca que te obligó a abandonar la carrera. ¿Cuándo sucedió? ¿En qué curso estabas?
Fue mientras estaba en el conservatorio. Estudiaba música pero también estudiaba otra carrera en la universidad, así que tenía muy poco tiempo para practicar piano. Debió ser cuando tenía 18 años, en 1995, durante mi primer año de piano. Aprendí algo…
¿Es algo que te siga afectando actualmente?
Sí, sí. De hecho, hoy es el primer día desde hace mucho tiempo que vuelvo a tener dolor en el brazo. Como anoche me entusiasmé demasiado, toqué una pieza que me exige realmente mucho, y si no consigo el sonido que busco, toco cada vez más fuerte. Y entonces mi brazo empieza a hincharse. Así que hoy está hinchado y esta noche será difícil. Pero, por suerte, es la última de la gira, así que me las arreglaré.
Pese a todo, ¿hasta qué punto se te puede considerar un buen pianista? ¿Eres capaz de tocar a Bach o Chopin?
Definitivamente no soy un pianista virtuoso ni soy técnicamente bueno. Soy, en realidad, muy malo técnicamente. Creo que mi incapacidad -no ser tan bueno al piano- hace que acepte la música que me sale y que no quiera hacerla más compleja. Así que creo que, paradójicamente, mi incapacidad me hace ser un buen pianista, porque pongo mucha emoción en lo que estoy tocando. Es más, creo que soy más un contador de historias que un buen pianista.
Admiro a la gente que es realmente buena técnicamente y me gustaría ser capaz de tocar a Bach a ese nivel. Pero tendría que ensayar todos los días muy duro. Y aún así estaría, probablemente, en el punto más bajo, así que sólo lo haría para mi propio disfrute. Esto que yo hago ahora también lo empecé a hacer sólo por mi propio disfrute (o por mi propia necesidad). Pero luego la gente quería que tocara esa música. Todavía me sorprende que cuando doy un concierto la gente pague una entrada para venir a verme tocar.
Cuando grabaste tu primer álbum, Solipsism, tenías casi 40 años…
… Treinta y ocho.
¿Cómo fue posible que tardaras tanto tiempo en darte cuenta de que eras capaz de tocar la fibra de la gente con tu música?
Creo que porque yo mismo no podía creerlo y también porque nunca había tocado ese tipo de música. Lo que sucedió en ese momento es que sucedieron una serie de cosas en mi vida y fue entonces cuando me senté detrás del piano y, de repente, empecé a tocar este tipo de música. Sentí que necesitaba sentir algo por mí mismo, eso fue. Y luego, cuando empecé a sentir algo por mí mismo, pensé que tal vez no dependía de mí decidir nada: tal vez debería compartirlo por sí, quizá, pudiera tener el mismo efecto o los mismos beneficios sobre otras personas. Y así quedó relativamente establecido. En realidad nunca había abandonado la idea de querer hacer algo en la música, pero nunca pensé que sería con el piano. Y en aquel momento lo fue. Fue realmente el piano el que me proporcionó el… todo lo que necesitaba en ese momento para encontrar, básicamente, cierto grado de confort y comprensión. Así que no sé por qué tardé tanto, sólo sé que tardé tanto porque primero tuve que estrellarme. Así que me estrellé primero y luego el piano me sacó de allí.
¿Qué es lo que te pasó?
¡Estaba quemado!
¿De tu trabajo?
Sí. De mi trabajo y de las cosas que estaba haciendo. Estaba poniendo mucha energía en cosas en las que realmente no creía, cosas que no me devolvían la energía. Estaba, simplemente, triste porque no encontraba lo que buscaba o lo que deseaba a un nivel más profundo. Y entonces falleció un amigo mío, un amigo que siempre me decía: “Nunca te pares, nunca dejes de darte cuenta de que eres realmente un artista y que lo que realmente quieres y necesitas es hacer música”. Cuando él murió pensé que ya no tenía excusa alguna. Tenía que empezar a creer y empezar a hacerlo. Y todo eso ocurrió, más o menos, al mismo tiempo.
Los títulos de sus álbumes hacen referencia a conceptos filosóficos… Solipsism, Henosis, Conatus… ¿Qué conceptos no encontrarían eco en tu música? ¿Schopenhauer, Nietzsche, Sartre…?
¡El solipsismo! Es decir, toda mi trilogía está ahí para luchar contra el solipsismo, contra la idea del solipsismo [el diccionario de la RAE lo define como “doctrina filosófica que defiende que el sujeto pensante no puede afirmar ninguna existencia salvo la suya propia”. Procede del latín solus ipse, traducible como “sólo yo existo”]. Ese ha sido el punto de partida, y ese sigue siendo mi principal impulso para, básicamente, poner en práctica y hacer ver y sentir que todos estamos conectados, que todos queremos lo mismo y que todos somos una conciencia y no núcleos aislados de existencia en la individualidad.
¿Otros conceptos? No soy muy nihilista. Pero hace poco empecé a leer de nuevo a Sartre, y descubrí que también tenía otras vertientes en su filosofía, pero definitivamente no soy un experto en su profundidad. Pero la respuesta definitiva es, absolutamente, el solipsismo, porque lo que quiero hacer es exactamente lo contrario.
He leído en una entrevista que te hicieron hace unos años y que luego se trasladó a la Wikipedia en inglés, cuales son los músicos que más te han influido y cuales los que son sus favoritos… y sólo coinciden Mahler y Arvo Pärt. ¿Por qué distingues entre los que te han influido y tus favoritos?
¿Me lo puedes explicar?
Sí, en la lista de influencias aparecen Bill Evans, Keith Jarrett, Philip Glass, Arvo Pärt, Chopin, Saite, Radiohead y Mahler. Y en la de favoritos, Scriabin, Prokofiev, Mahler, Brahms, Arvo Pärt, Peteris Vasks y Tigran Hamasyan…
Oh, bueno, eso fue, probablemente, cuestión del momento. Quiero decir, si yo te preguntara cuál es tu compositor favorito y quién te ha influenciado, hay mucho de que hablar; depende de cómo profundizas en la pregunta. Si me pongo a recordar momentos en los que me he sentido conmovido por una música o un compositor en particular, o que haya tenido un papel importante en mi desarrollo, entonces sé que debería decir Glass. También debería decir Keith Jarrett, por su estilo de tocar y, simplemente, por hacer música hermosa. Prokofiev estuvo ahí en mi adolescencia, cuando empecé a interesarme por la música clásica; y su Tercer concierto para piano fue como mi rock and roll, por decirlo de algún modo: fue lo que me hizo interesarme por la música clásica, pero nunca me llegué a sumergir del todo en ella. Pero hay olas y momentos en mi vida que tuvieron una influencia y un impacto muy fuerte.
El origen de esta web es lo mucho que me gustan muchas de las obras de Philip Glass… ¿Qué ha supuesto para ti Philip Glass?
Philip Glass me mostró el poder del minimalismo, el impacto de un cambio armónico pospuesto o el impacto de las secuencias superpuestas que empiezan a crear su propia música dentro de la pieza. Es muy parecido a la naturaleza. Y me siento fuertemente conectado a ella porque lo reconozco. Crecí en una pequeña ciudad y había una tienda de discos, y yo simplemente anhelaba algo más. Creo que tenía 16 años. Un día, revisando las gavetas de discos elegí un disco de Philip Glass. Creo que era Dance Pieces, pero no estoy seguro. Me lo llevé a casa y fue como un mundo completamente nuevo. Todavía sigo sintiéndome así; sigo sintiendo que reacciono más a ese tipo de belleza, aunque también me he convertido en un romántico (risas). Pero me ha mostrado que sólo tienes que buscar esa sensación particular, ese pequeño cambio que genera un impacto tan grande para crear música que tenga legitimidad para existir. No hay que escribir piezas demasiado complejas o muy técnicas para que tengan valor. También me gusta su uso de la instrumentación, que es muy fresco y muy… ¡Philip Glass!
¿Y cómo fue que te influyó más la música clásica cuando eras joven que el rock?
Tuve la suerte de estar en el colegio donde estudié. Desde los 12 hasta los 18 años tenían un programa de música y me apunté. Trataba mucho de la teoría y la historia de la música y repasábamos toda la historia de la música. Así que, a nivel cognitivo, durante esos cursos conocí muchas ideas y muchos desarrollos dentro de la música clásica. Y antes de eso me gustaba el jazz.
Pero fuera del instituto, tuve otra especie de “pequeña clase”: algunos alumnos íbamos a la casa del profesor, bebíamos algo de oporto y él se sentaba al piano o ponía discos. Y empezamos a “aprender” a sentir la música y a entenderla, y eso, diría yo, fue muy influyente en mi vida. Por otra parte, mi madre es cantante, canta en el coro con un hermoso repertorio, y yo iba a sus recitales y oía cantar a Arvo Pärt y eso también fue muy influyente.
¿Sientes que formas parte de la tradición holandesa de la música minimalista? Me refiero a Louis Andriessen, Simeon ten Holt o Jeroen Van Veen…
Creo que me matarían (¡risas!). No. No me veo a mí mismo como un compositor serio… Quiero decir, soy un compositor serio porque compongo música que quiero escuchar, pero no participo conscientemente en el mundo clásico del arte, ni el mundo conceptual del arte. A esos nombres tienes que añadir otro compositor holandés, Joep Franssens, creo que ahora andará por los sesenta y cinco años [el 13 de enero cumple 67], y no es muy conocido y también se le puede considerar un compositor minimalista, aunque estoy casi seguro que tampoco se considera parte de esa tradición minimalista, aunque su música lo es claramente… ¡Es fantástico! ¡Estoy tratando de evitar tu pregunta, pero te puedo asegurar que no me veo formando parte de esa tradición clásica!
Conatus es un álbum de versiones orquestales de algunas piezas de tus dos primeros discos, originalmente para piano solo. ¿Escribiste tú también las partituras para otros instrumentos de ese disco?
Sí. Yo las escribo y luego tengo un orquestador que las convierte en partitura. Yo las escribo para todos los instrumentos y él me decía “tal vez deberías darle esta parte no a la viola, sino al violín y o al violonchelo”. Pero la orquestación, lo que es trasladarla desde el midi y mis grabaciones de audio a las partituras, lo hace otra persona.
El lanzamiento de Trilogy, la caja de vinilos que aglutina toda tu discografía anterior, da la sensación de ser el punto final de algo. ¿Va a haber cambios notables en tu futuro?
Sí, a mí me guía un concepto. Con los discos que conforman Trilogy tenía un sentimiento muy fuerte de lo que quería contar musicalmente. Pero luego me dije que necesitaba encontrar un nuevo tema o un nuevo concepto. En los últimos dos años, he trabajado en las partituras para una película holandesa y para un proyecto teatral. Escribí algo más electrónico, ambiental, abstracto, aunque también había instrumentación acústica, que he trabajado con Echo Collective. Pero todavía tengo que finalizar esa grabación y terminar de mezclarlo. Pero creo que saldrá el año que viene.
Y ahora, el año que viene, también, en abril, saldrá a la venta un álbum de piano solo en el que sólo he querido tocar lo que yo mismo querría escuchar. Así que es una especie de vuelta al principio, con los conocimientos y la experiencia que tengo ahora. Y, probablemente, también publicaré la banda sonora de teatro. Tengo en la cabeza otro para de ideas. Una es más de canciones… canción de autor. Yo no voy a cantar, pero escribo canciones para ser interpretadas por voz.
Philip Glass hizo un disco, Songs from Liquid Days, con letras de David Byrne, Laurie Anderson o Paul Simon, entre otros, cantadas por Linda Ronstadt o The Roches…
Sí, yo se lo he pedido a Laurie Anderson, pero no estaba disponible (risas). Creo que las letras son muy difíciles. Sería todo un reto y una ambición ver si puedo hacer también letras y una gira en el futuro. Hubo un momento en el que planeé una gira con Echo Collective, presentando en directo mi álbum Henosis, con electrónica, cuerdas y elementos visuales y escenografía, pero debido a la covid-19, no fue posible. Así que también por eso pensé que quería volver a lo básico y centrarme en el piano y los conciertos de piano.
¿Algún otro proyecto?
En año que viene voy a trabajar en otros dos proyectos: un ballet y un proyecto secreto del que no puedo hablar.
Por cierto, ¿por qué empleas en el Auditorio Nacional un piano vertical en vez de un piano de cola para tocar tus piezas? ¿Es tu propio piano?
Uso el vertical porque su sonido se ajusta mejor a mi música que un piano de cola. También porque es más fácil instalar una capa de moderato (fieltro) entre los martillos y las cuerdas. Muchas de mis piezas se ahogan cuando se tocan en un piano de cola. Y sólo llevo mi propio piano a los conciertos en el Benelux. Para el resto utilizo pianos alquilados y trato de sacar el máximo partido a la barra de fieltro con la que viajo, y a los micrófonos y la ecualización.
© Fotografía de Rahi Rezvani descargada de la web de Deutsche Grammophon.