«String Quartet No 8 & 9», de Philip Glass.
Ayer sábado se publicó en todas las plataformas digitales (el 28 llegará el disco físico a las tiendas) el álbum que el Cuarteto Tana dedica a los dos últimos Cuartetos de cuerda compuestos por Philip Glass, los números 8 y 9, el primero estrenado en directo el 1 de febrero de 2018 en el Alloway Hall de Winnipeg, en Canadá, mientras que el segundo, bautizado King Lear, se estrena hoy mismo, en Bruselas, interpretado por el citado cuarteto francés.
Quatuor Tana ya había publicado en 2018 los Cuartetos para cuerda de Philip Glass, de los números 1 a 7, en el sello belga Megadisc Classics, por lo que era lógico que el conjunto terminara de completar la integral con estas dos nuevas composiciones.
El Cuarteto de cuerda nº 8 tiene la forma minimalista habitual de tres movimientos, rápido-lento-rápido, y dura poco más de quince minutos. El propio Glass dijo en su momento que la obra añade «un sabor juguetón y caprichoso al repertorio de cuartetos de cuerda, frente a su solemnidad habitual» y, de hecho, la obra está llena de vitalidad y resulta bastante alegre, al menos en la interpretación que hace Tana. Aunque el estilo característico de Glass se caracteriza por utilizar largas repeticiones del material, en este cuarteto cada idea se repite tan sólo un par de veces antes de pasar a la siguiente. Y esta lleno de ideas y referencias que remiten al Barroco. En el segundo movimiento, muy lento, surgen curiosamente incesantes líneas melódicas a partir de fragmentos mínimos, en el que es, posiblemente, uno de las composiciones recientes de Glass que más remiten a sus orígenes, sin la estridencia que tanto le costó admitir al oyente común de música clásica.
El Cuarteto de cuerda nº 9, cronológicamente posterior, es, curiosamente, el que abre el disco. Puede deberse a que está basado en gran medida en la producción teatral King Lear realizada por Sam Gold y estrenada en Broadway en febrero de 2019 (y protagonizada por Glenda Jackson).
Julie Michael, violista del Quatuor Tana (formación que completan los violinistas Antoine Maisonhaute e Ivan Lebrun y la violonchelista Jeanne Maisonhaute), preguntada a través de su cuenta de instagram, ha confirmado que la pieza se basa en esa versión teatral, «pero hay notables diferencias entre ambas: la nueva versión tiene una orquestación diferente y sus partes se interpretan con un orden distinto, de forma que tenga una narrativa musical más cohesionada. Es una versión de concierto, más que un fondo musical para una obra teatral». De hecho, no todo el King Lear previo –que era interpretado en directo en Broadway por un cuarteto de cuerda formado por los violinistas Martin Agee y Natalie Cummins, la viola de Chris Cardona y el violonchelo de Stephanie Cummins, la misma formación que grabó el disco publicado por Orange Mountain Music en 2020– aparece en la grabación realizada por Tana y que ha publicado el sello discográfico belga Soond.
Si la partitura original debía moldearse a los requisitos de la música incidental, atendiendo a lo que sucede en el escenario e impidiendo la escucha de las típicas estructuras a gran escala de Glass –con tres piezas cantadas de forma natural por la actriz británica Ruth Wilson (en el papel de Cordelia)–, la versión de Tana está estructurada como un todo, para concierto, en cinco movimientos, con una duración total de 45 minutos –quince menos que la banda sonora de la obra teatral–. El primer movimiento incluye versiones ligeramente más sombrías de la Obertura, These Late Eclipses y Goneril’s House del disco de 2020, además de dos minutos de música inédita. El segundo movimiento arranca también con música inédita y luego entra Fools Had Ne’er Less Grace in a Year (una de las piezas que en teatro cantaba Ruth Wilson) y enlaza directamente con una versión abreviada de Let Me Not Be Mad.
Otra de las piezas que cantaba Ruth Wilson, Winter’s Not Gone Yet, aparece al comienzo del tercer movimiento, que acaba con Prayer in the Storm, intercalando entre medias música inédita, igual que sucede con el cuarto y quinto movimientos, en los que la música de vida al paisaje dramático de esta obra con estructuras repetitivas, armonías temblorosas, ritmos oscilantes y texturas heladas, que nos sumergen de lleno en la atmósfera dramática del original de Shakespeare.
En declaraciones realizadas por Antoine Maisonhaute, primer violín, de Quatuor Tana, a la web francesa concertclassic.com, este explica que el Cuarteto de cuerda nº 9 es, en realidad, un encargo de Tana a Glass. «Nosotros ya habíamos estado en contacto con el compositor a través de su editor, y le había preguntado si algún día aceptaría componer una pieza para nuestro cuarteto. El espectáculo de Broadway [King Lear] no había sido un gran éxito y creo que él estaba bastante triste por ello. Como había hecho con su Cuarteto nº 2 ‘Company’ (1982), que se basaba en la música incidental de la obra de Beckett, volvió a su partitura para King Lear (concebida originalmente para voz, cuarteto, piano y contrabajo) y la reordenó para cuarteto, dando como resultado la que es ya oficialmente su novena obra del género, una partitura que aporta una nueva atmósfera al corpus del cuarteto».
Esta nueva obra, añade Maisonhaute, «no tiene nada que ver con los ocho primeros. Evidentemente, se reconoce el toque de Philip Glass, esta combinación de binario y ternario que es su firma de música repetitiva, pero como se trata de una música muy escénica, siempre hay una canción, una melodía. La obra consta de cinco partes; en los movimientos segundo, tercero y cuarto hay una verdadera noción de melodía, de canto acompañado: esto es muy nuevo en los cuartetos de Glass. Los movimientos I y V muestran una investigación tímbrica, un poco de saturación cerca del puente para resaltar una atmósfera gélida que corresponde al clima de revuelta de la sociedad inglesa en la época en que se escribió la obra de Shakespeare. El Cuarteto de cuerda nº 9 es una obra bastante inclasificable (que no dejó de confundirnos al principio), un nuevo enfoque del cuarteto que aporta un contraste en la producción de Philip Glass y demuestra que el artista sigue evolucionando en su escritura».