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Este domingo se cumplen cincuenta años de la inauguración de los Encuentros de Pamplona.

Este próximo domingo se cumplen cincuenta años de la fecha inaugural de los famosos Encuentros de Pamplona. Del 26 de junio al 3 de julio de 1972 la capital navarra se convirtió en el más imprevisto rincón en el que se pudiera ofrecer una instantánea de la creación artística más novedosa de la época. Y en su génesis no estaba una institución pública, sino una familia de empresarios de la construcción, los Huarte, mecenas de un proyecto que tenía además nombre y apellidos propios, los de un compositor español, Luis de Pablo Costales (Bilbao, 1930-Madrid, 2021), que consiguió traer por primera vez a España a Steve Reich y a John Cage, este último con el pianista David Tudor, además de ofrecer actuaciones de Zaj, Jean Luc Ferrari y Jean Serge Breton, Sylvano Bussotti o Eduardo Polonio y Horacio Vaggione, además de mostrar la actualidad del mundo del arte por medio de la presencia en Pamplona de Hélio Oiticica, Isidoro Valcárcel Medina, Equipo Crónica, Dennis Openheim o el artista de performance Vito Acconci.

En Inventario (Casus Belli, 2020), el libro de entrevistas entre Luis de Pablo y el musicólogo y abogado Miguel Álvarez Fernández, el compositor vizcaíno definía aquel acontecimiento como «un revulsivo, una especie de depuración de sangre», y explicaba el origen de todo aquello, que ha quedado convertido en un insólito acontecimiento –semejante, con todas las reservas en cuanto a duración y repercusión, a la documenta de Kassel– que, desgraciadamente, no dejó sembrada ninguna semilla futura, al haber nacido en plena dictadura franquista.

«Los Encuentros de Pamplona no surgieron por generación espontánea –le comentaba De Pablo a su entrevistador–. Don Félix era, además del padre de todos los Huarte, presidente de honor de la Diputación Foral de Navarra porque dispensó dinero por todas partes. Cuando murió, a su hijo mayor, Jesús Huarte, le ofrecieron la presidencia de honor. En aquella época yo me encontraba inmerso en los dimes y diretes consustanciales a los conciertos de Alea, y Jesús se había implicado en el proyecto […] Un buen día me llamó para anunciarme que lo habían nombrado presidente y que deseaba hacerle un buen regalo a su pueblo.

— ¿Qué se te ocurre? Te doy no más de dos o tres días de tiempo para pensarlo.

— No me hacen falta tres días –le contesté–. Hagamos lo mismo que en Alea, pero a lo grande, con muchas más cosas además de música».

Con el único requisito de que se celebrara en las vísperas de las festividades de San Fermín, De Pablo –con la ayuda de su amigo, el pintor José Luis Alexanco, para el apartado de actividades de artes plásticas, y de Pedro Esteban Samu, encargado de la producción, y del que el propio De Pablo decía en la entrevista que fue «quien de verdad salvó los Encuentros de Pamplona»– organizó un certamen de ocho días de duración que no se limitó a la tradición artística occidental, en el que además de espectáculo musicales de raíz occidental se ofrecieron otros de orígenes diversos: iraní, indio, vietnamita, africano, polinesio o amerindio, así como de la cultura autóctona vasca: los Encuentros comenzaron con un partido de pelota vasca y se ofrecido también un concierto de txalaparta a cargo de los hermanos Josanton y Jesús Artze. También hubo espacio para el flamenco, a cargo del guitarrista flamenco Diego del Gastor y el Grupo Gitano de Morón. Las representaciones de músicas no occidentales contaron con Hoseyn Malek, que ofreció un concierto de música clásica iraní; hubo también una combinación de teatro, danza, canto, música y acrobacia proveniente del suroeste de la India, con el Kathakali de Kerala, además de música y cantos tradicionales del Vietnam, con Trân van Khê.

Pero, indudablemente, la parte del león se la llevó una potente representación de las últimas vanguardias musicales. Horacio Vaggione y Eduardo Polonio interpretaron IT, música electrónica libre sin otro propósito que mostrar la acción concreta de emitir sonidos; Antonio Agúndez Leal y Francisco Guerrero interpretaron Música para una ciudad. Promenade sur un parc; Sylvano Bussotti, al frente del trío experimental Bussottihornungrocco, interpretó Las rarezas; Juan Hidalgo, Walter Marchetti y Esther Ferrer, integrantes de Zaj, realizaron uno de sus conciertos de música de acción, una música silenciosa realizada con la ayuda de un piano y objetos no sonoros: es decir, visuales, colorísticos y movimientos corporales con el fin de buscar el juego imposible de visualizar la música. El mítico John Cage, padre de la música conceptual y aleatoria, junto con David Tudor, ofrecieron en la Sala de Armas de la Ciudadela Mesotics Re Merce Cunningham; Jean Luc Ferrari y Serge Breton interpretaron Allo, ici la terre; Steve Reich, que contó con la colaboración de la compañía de danza de Laura Dean, actuó el 1 de julio en el Palacio de Deportes Anaitasuna, lleno a rebosar, en una de las primeras interpretaciones de Drumming, estrenada un año antes, y en la que, como curiosidad, intervenía como músico el compositor y crítico musical británico Michael Nyman. Tomás Marco y José Antonio Fernández Muro ofrecieron Recuerdos del porvenir y, finalmente, Luis de Pablo y José Luis Alexanco presentaron su obra plástico-sonora Soledad interrumpida, en la que, sirviéndose de magnetófonos, órganos eléctricos, amplificadores y mandos de aire comprimido conectados a muñecos hinchables, De Pablo generaba un cataclismo sonoro.

Luis de Pablo, el impulsor de los Encuentros de Pamplona. © Fotografía descargada de Wikipedia: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Luis_de_Pablo.jpg