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Casi seis años después de su grabación se publica «Regel #10 (Minimalism)», del dúo hispano-sueco Regler.

Dentro del mundo de las vanguardias, la oscuridad es casi una norma. Rastrear entrevistas, artículos o críticas/comentarios de discos es una odisea, y si consigues dar con alguna web cercana, tampoco se consigue rascar mucha más información. Cuando me llega el cedé de Regel#10 (Minimalism), una única pieza de 45:39 minutos de duración creada por Regler, veo que se trata de una grabación relativamente antigua, del 11 de noviembre de 2017, realizada en el Mädchenkammer de Berlín (en realidad, una céntrica pensión situada en un histórico edificio del siglo XIX). Regler es un dúo de música experimental e improvisación formado hace diez años por el sueco Anders Bryngelsson –batería y percusionista en Brainbombs, Orchestra of Constant Distresss, No Balls, entre otros grupos– y el artista y guitarrista y compositor español Mattin Artiach (Guecho, Vizcaya, 1977), integrante de bandas como Billy Bao o Josetxo Grieta. A lo largo de los numerosos álbumes que han ido publicado en estos años han contado en ocasiones con colaboraciones aisladas de músicos, como Henrik Andersson (compañero de Bryngelsson en Orchestra of Constant Distress), Yoann Durant, Dario Fariello, Seth Kim-Cohen o Andreas Soma, entre otros nombres. Varios de los discos de Regler, titulados todos como Regel# y un número correlativo, llevan un subtítulo entre paréntesis: Dbeat, Noise Core/Free Jazz, Harsh Noise Wall (HNW), Classical Music, Metal, Techno, Blues, No Wave, Ambient… que son, efectivamente, «sus» aproximaciones a cada uno de esos géneros, tal y como se puede comprobar en una revisión rápida en su bandcamp. Lo destripo para los no «iniciados»: que nadie se espere «música clásica», ni «blues» ni «ambient» en esos discos. Son, en todo caso, deconstrucciones experimentales y muy libres de cada uno de ellos, la «interpretación» de dos músicos ruidistas de los distintos conceptos de género musical. Hay más cercanía, sin embargo, en sus aproximaciones a las distintas versiones del metal, a la No Wave o al HNW: se sitúan en la órbita del ruido y las vanguardias no asimiladas, es decir, el terreno en el que se sitúa, filosóficamente, la obra de Regler y, en concreto, del propio Mattin, autor de un proyecto artístico/musical con el que participó en 2017 en la documenta 14, titulado Social Dissonance, que posteriormente amplió con un extenso ensayo del mismo título, y en el que se podía leer que «el ruido se había convertido en un género musical con tropos específicos -volumen alto, frecuencias agresivas, etc.- y que poco a poco se estaba convirtiendo en una parodia de sí mismo».

Y ahora llegamos a Regel#10 (Minimalism). Y destripo: no esperes recreaciones de Philip Glass o Steve Reich, ni siquiera de los sonidos más estáticos de La Monte Young o Terry Riley: el minimalismo al que hacen referencia aquí, en el que participa como músico invitado el noruego Andreas Soma, es otra deconstrucción filosófica del género que más perversamente se ha profanado en el ámbito de la cultura. Como dice el filósofo rumano Andrei Chitu en el libreto que acompaña el disco, el minimalismo es «la primera víctima de su propio éxito, ya que, posiblemente, ningún otro “ismo” ha sido tan maltratado y corrompido por la decadencia de su terminología». Avanza, además, que «la relación del minimalismo con la forma parece ser el interés de la teoría implícita que se encuentra en el minimalismo de Regler, con la que se podría trazar una acerada crítica contra algunos malos hábitos de la vanguardia, tanto la reciente como la ya no tan reciente».

Regel#10 (Minimalism) nos interpela con otra acepción conceptual de minimalismo. Aquí escuchamos, sobre todo, el sonido producido al dibujar con lápices sobre distintas superficies: papel, tablas de madera, la caja (el snare drum) de la batería o una guitarra eléctrica, grabados con micrófonos de contacto y mezclados a través de varios sintetizadores, filtros y pedales. Hay también un patrón rítmico muy simple y monótono y unos rasgueos de guitarra a lo Fred Frith. Efectivamente, todo resulta monótono y minimalista, incluso ruidista –en el sentido de inarticulado, no en el de «desagradable», ya que no se usan frecuencias perjudiciales para la salud– y debe considerarse más como un ejercicio de música conceptual tal vez no tan extremo, filosóficamente hablando, del 4’33” de Cage, pero sí cercano a la música de acción Fluxus de Wolf Vostell –Coja el autobús de la línea PC-Petite Ceinture en París y esté realmente atento durante las cuatro horas de trayecto a todo lo que sea audible– o a la Symphonie Monoton-Silence de Yves Klein, obras que figuran por méritos propios como los antecedentes más certeros de cierto modo de entender el minimalismo.