Philip Glass: «Bowie era un músico extraordinariamente dotado»
El compositor estrena en Londres sus tres sinfonías basadas en la Trilogía berlinesa de Bowie
A sus 82 años, el compositor estadounidense Philip Glass (Baltimore, 31 de enero de 1937) despliega una actividad inusitada para alguien que, se supone, se encuentra ya bien entrado en esa etapa de la vida que llamamos «tercera edad». Este mes de mayo, de hecho, realiza una visita nada protocolaria a Europa que le lleva de Londres a Estocolmo, pasando por París, con visitas también programadas a los Países Bajos, Alemania y Austria.
Una de estas paradas tendrá lugar en el Palau de la Música de Barcelona, institución en la que actuará el 21 de mayo interpretando al piano varios de sus Estudios para ese instrumento y Vessels, uno de los temas más conocidos de la banda sonora que realizó para la película Koyaanisqatsi (1983), en el que estará acompañado por el Orfeó Català, dirigido por Simon Halsey, una de las máximas personalidades del mundo en materia de canto coral.
El Palau lleva ofreciendo, además, desde enero, todo un ciclo de conciertos protagonizados por la música del estadounidense, uno de los dos «compositores invitados» del Palau esta temporada, junto con el barcelonés Josep Maria Guix: el once de mayo, un concierto para órgano a cargo de la letona Iveta Apkalna (organista titular de la Filarmónica del Elba, en Hamburgo, desde su inauguración en 2016), que intercala piezas de Johann Sebastian Bach y Glass; el 27 de mayo una versión de concierto de Einstein on the Beach, la primera ópera de Glass, estrenada en 1976, interpretada por el Ensemble Ictus –orquesta belga especializada en música compuesta a partir de 1950– y el Collegium Vocale Gent –agrupación coral fundada en 1970 por Philippe Herreweghe y con sede en la ciudad belga de Gante–, con la cantante neoyorquina Suzanne Vega como intérprete de las partes habladas del libreto.
Finaliza el programa el 29 de mayo con un concierto a cargo de BCN 216, grupo residente de L’Auditori de Barcelona, fundado en 1985, que interpretará dos piezas de Glass –Orbit (2013), para violonchelo solo; y su Cuarteto de cuerda número 3 (1985), basado en la música que el propio Glass compuso como banda sonora de la película Mishima, del director Paul Schrader– junto con una selección de obras del otro compositor invitado de la temporada, Guix.
DOCE SINFONÍAS
Sin embargo, por lo que Glass es noticia mundial este mes de mayo es por el estreno europeo de su Duodécima Sinfonía (Lodger), que tendrá lugar el día 9 en el Southbank Centre de Londres. El estreno mundial se celebró el 10 de diciembre en la sala de conciertos Walt Disney de Los Ángeles, pero la peculiaridad del concierto londinense estriba en que se trata de la primera ocasión en la que se interpretarán juntas las tres sinfonías que el estadounidense ha compuesto sobre cada uno de los discos de la llamada «trilogía berlinesa» de David Bowie: los tres discos que el cantante inglés grabó en la ciudad alemana en la que fijó su residencia entre 1976 y 1979, Low, Heroes y Lodger, y que se corresponde, respectivamente, con la Primera, la Cuarta y la Duodécima Sinfonías de Glass.
Cuando el compositor abordó su Primera Sinfonía (Low), en enero de 1992, ya era un autor de cincuenta y cinco años de fama internacional reconocido por sus, por entonces, casi diez óperas –en la actualidad ya suma veintisiete– y numerosas bandas sonoras de películas. Sin embargo, la sinfonía era un terreno en el que, misteriosamente, jamás había entrado. No resultaba, no obstante, algo especialmente extraño: la sinfonía no ha sido un género abordado con frecuencia desde la segunda mitad del siglo XX y el propio Glass se define a sí mismo como «compositor para teatro». Fue entonces cuando recibió el encargo del director titular de la Orquesta Filarmónica de Brooklyn, Dennis Russell Davies y Glass asumió el reto.
«La primera vez que coincidí con David yo tendría unos treinta y tantos años y el veintipocos –recuerda el americano–. Él actuaba en un local en Nueva York, creo que era el Peppermint Lounge. Bowie era un chaval que acababa de salir de la escuela de arte y que había decidido dejar de ser pintor para convertirse en compositor. Vivíamos cerca el uno del otro, en Nueva York, y hubo épocas en las que nos veíamos un montón y otras en las que no: nunca sabía exactamente donde se encontraba o donde iba a estar, y hubo épocas en las que podían pasar años sin que nos viéramos, pero siempre estábamos en contacto y hablábamos de cómo nos iban las cosas. Bowie era un músico extraordinariamente dotado y una persona muy interesante. Éramos amigos que teníamos, además, una relación de colaboración musical. Hicimos varios conciertos juntos, así como otro tipo de proyectos. A David le gustó la idea de que me pusiera a escribir las sinfonías y le gustaron, igual que pasó con Brian Eno. Incluso quisieron que sus fotos aparecieran junto a la mía en la portada de la primera edición del álbum que publicamos de la Primera Sinfonía (Low)».
Aunque la sinfonía era un encargo, el hecho de que estuviera basada en el primero de los discos de la llamada Trilogía berlinesa de Bowie fue decisión personal de Glass, que acudía, así, a la «tradición» sinfónica europea: sólo hay que pensar en compositores como Brahms, Bartók o Dvorák, que emplearon melodías de sus respectivos acervos folclóricos para sus propias obras. «Recuerdo que cuando escuché Low en 1977 pensé: “caramba, este es un disco realmente bueno; creo que podría hacer algo con él” –comenta el compositor–. Cuando me encargaron hacer mi primera sinfonía me pareció que era el momento en el que, por fin, podía volver a retomar esa idea. Recuerdo que llamé a Bowie y le conté lo que se me había ocurrido, y me sugirió que escuchara también los otros discos, Lodger y Heroes, pero yo sentía que tenía que centrarme en Low. También pensé que si Low funcionaba bien podría hacer otra sinfonía basada en Lodger… ¿Para qué gastar todos los cartuchos en un solo disco?».
Glass se centró para su sinfonía en tres piezas del disco de Bowie que eran instrumentales casi en su totalidad: Subterraneans, Warszawa y Some Are, los dos últimos compuestos también con la participación de Brian Eno. En realidad, Some Are se grabó en esas sesiones, pero no se publicó hasta 1991, en una reedición del álbum, y es en esta última pieza sobre la que Glass se tomó las mayores libertades.
«Me concentré en esos instrumentales –explica–; lo que más me gustaba de ellos era que eran claramente experimentales: iban más allá de la fórmula de la música pop. Mi forma de acercarme a esas piezas era tratarlas como si fuesen mías, y permitirme transformarlas para seguir mi propio camino compositivo cuando fuera posible. Yo le dije, “David, espero que no te importe lo que he hecho con esa parte”, pero él estaba encantado. La Some Are original era muy soñadora, con una armonía muy modal. Y yo tomé la melodía original y la rearmonicé. Descubrí armonías completamente diferentes. Y al hacerlo, algo que era como música ensoñadora y despreocupada terminó convirtiéndose en una especie de scherzo bruckneriano muy marcado. Cogí el primer minuto y medio de su música y lo llevé a mi terreno: el truco estaba en pasar, sin solución de continuidad, de Bowie a Glass, de forma que no se supiera qué era suyo y qué mío».
«En realidad –añade–, la música de Bowie y Eno me influyó notablemente en la forma de trabajar, llevándome a conclusiones musicales a veces sorprendentes. En resumidas cuentas, llegué a punto de colaboración real entre mi música y la suya».
El estreno (y el disco subsiguiente) fueron un éxito que propiciaron un par de nuevos encargos sinfónicos por parte, respectivamente, de la Academia de Música de Brooklyn y la Fundación Wuerth para la Orquesta de Cámara de Stuttgart, la Segunda y la Tercera Sinfonías, estrenadas, la primera, en octubre de 1994 y, la segunda, en febrero de 1995. La Cuarta Sinfonía (Heroes) se iba a estrenar en septiembre de 1996, en un ballet de la coreógrafa Twyla Tharp.
«Yo ya había colaborado con ella diez años antes, para su coreografía In the Upper Room y en una ocasión le hablé a ella de que estaba trabajando en una nueva composición basada en el Heroes de Bowie y ella me sugirió que la empleara para una coreografía para su compañía de ballet. Se lo comentamos a David y enseguida compartió el mismo entusiasmo de Twyla por la idea. Así que creé una obra en seis movimientos, cada uno de ellos basado en uno de los temas de Heroes, con una estructura dramática general que pudiera servir para coreografías. El resultado es una ballet sinfónico: una transformación de los temas originales combinada con mi propia música y presentada de una forma dramática nueva».
«De los dos trabajos –continua–, David prefería la Cuarta Sinfonía (Héroes) porque pensaba que era más original. Aunque yo no estaba de acuerdo: yo pensaba que la más original era la Primera (Low). Poco después de que la compusiera él empezó a usar la Sinfonía Héroes como preámbulo a su salida al escenario en sus conciertos. Lo más curioso es que hay una versión por ahí en la que él superpuso su voz cantando Heroes sobre la grabación sinfónica: está en alguno de sus archivos. Sería curioso encontrarla».
Una vez más, en este álbum Bowie había vuelto a contar con la estrecha colaboración de Brian Eno, co-autor de varios de los temas del disco, tres de los cuales –Heroes, Neu Köln y Abdulmajid– fueron empleados por Glass como punto de partida para su propio trabajo. «David y Brian tenían una sociedad creativa increíble –reconoce Glass–. Yo, de hecho, no sé quién hacía qué. Los dos tenían plena capacidad para componer música lírica. Sin embargo, ellos me decían que nunca trabajaban juntos al mismo tiempo: lo hacían en el mismo estudio, pero uno durante el día y el otro por la noche. Tampoco sé hasta qué punto se conocían bien el uno al otro. ¡Nunca les vi juntos! Aunque yo di un concierto en el Royal College of Art en 1971 y David me dijo, años después, que los dos habían estado en ese concierto. En aquella época yo no era “bienvenido” en las salas de conciertos, así que actuaba en galerías de arte, museos y escuelas de arte».
Dos de sus cuatro primeras sinfonías (una al año), habían estado basadas en la obra de Bowie. Solo faltaba la réplica de Lodger para completar la Trilogía berlinesa del cantante británico. Sin embargo, no fue así. Glass comenzó a espaciar más sus sinfonías. La Quinta se estrenó en 1999. La Sexta (Oda plutoniana), en 2002. La Séptima (Tolteca) y la Octava, en 2005. La Novena, en 2011; la Décima en 2012 y la Undécima en 2017… y ni rastro de Lodger. David Bowie falleció el 10 de enero de 2016 y el dolor por la muerte del amigo fue lo que impulsó al compositor a completar, por fin, el círculo.
COMPLETAR EL HOMENAJE
«En los días siguientes a su muerte hubo interpretaciones de mis dos sinfonías entre los otros homenajes que se le rindieron –explica Glass–. En realidad, siempre me ha sorprendido que haya tan pocas versiones orquestales completas de las composiciones de David, dado lo admirado que era y el gran talento que tenía. Parece que yo soy la única persona que ha escrito obras sinfónicas basadas en su obra».
La sospecha que todos podíamos albergar era cierta: «Las dos sinfonías, por supuesto, estaban pensadas originalmente para formar parte de una trilogía, del mismo modo en que los son los álbumes de Bowie y Eno –confirma el compositor–. Hablamos, hace años, acerca de hacer una tercera sinfonía basada en Lodger, y la idea nunca desapareció, pero la dejé a un lado durante mucho tiempo -¡veinte años!–, hasta que me di cuenta de que les debía algo: les había dado mi palabra a David Bowie y a Brian Eno de coger sus tres discos y convertirlos en sinfonías».
Había una diferencia fundamental en Lodger con respecto a las sinfonías previas: «Para mi, lo más interesante eran los textos, los poemas –razona el estadounidense–. En los discos anteriores la idea musical era muy desafiante y valía la pena trabajar sobre ella, pero cuando abordaba Lodger no encontraba ese mismo interés en sus aspectos musicales: el interés recaía en los textos». En alguna entrevista se atrevió a expresarlo con absoluta claridad: «no me interesaba en absoluto [musicalmente]», aunque nunca llegó a decírselo así de abruptamente a Bowie.
El compromiso moral, en cambio, sí se hizo acuciante por el fallecimiento del inglés. «Después de darle muchas vueltas, pensé que debía hacer una “canción” sinfónica. Mahler, por supuesto, era el gran ejemplo en ese ámbito. Usé siete de las diez canciones; de lo contrario habría sobrepasado la hora, y no quería ir tan lejos».
El resultado, la Duodécima Sinfonía (Lodger), se pudo escuchar por primera vez el pasado 10 de enero (el día en que cumplía el tercer aniversario de la muerte de Bowie) en la sala de conciertos Walt Disney de Los Ángeles. La encargada de poner voz a esa compleja canción sinfónica fue la cantante beninesa Angélique Kidjo, a la que Glass conoce desde hace casi veinte años. «Ella me propuso hace tiempo que le compusiera una serie de canciones en el idioma yorùbá de su Benín natal. Primero tuve que encontrar los ajustes melódicos y rítmicos que se adaptaran mejor a una lengua que era para mí completamente desconocida. En enero de 2014 estrenamos IFÈ: Three Yoruba Songs en el Gran Auditorio de la Filarmónica de Luxemburgo, con su orquesta titular».
Volver a trabajar con la cantante africana se le planteó sin ninguna duda: «El cantante tenía que tener una personalidad propia para poder manejar el proyecto. Cuando Angélique lo canta, se convierte en la pieza de Angélique. Eso es lo interesante: no se trata de que Angélique haga de Bowie. Es Angélique “siendo” Angélique. En realidad es como si le añadieras una bola de helado al batido: no estás diluyendo el batido. Le estás añadiendo algo».
El estreno mundial de la composición causó un revuelo inusitado, recibiendo tanto críticas feroces como admirativas, lo que demuestra la vitalidad de un compositor que, pese a ser reconocible –y de los más populares del mundo– nada complaciente consigo mismo: la frialdad de la Trilogía berlinesa, contrastando con la exuberancia vocal de la Kidjo… La obra emprende ahora su vuelo internacional con el estreno europeo de la Duodécima Sinfonía (Lodger), que alcanza categoría de acontecimiento mundial al ser la primera ocasión en que se pueden oír juntas las tres «Sinfonías Bowie»… Y, quién sabe, quizá sea la última… Porque no hay más fechas previstas.
© Fotografía descargada de la web de Philip Glass.