«Dark Sky Island», de Enya.
Enya es de los artistas que menos cambios de estilo ha mostrado en una carrera en solitario que ha superado ya los treinta años. Dark Sky Island es su octavo álbum y es en el que más tiempo ha transcurrido –siete años– con respecto al anterior. Esa distancia es lo que hace más valioso su regreso: un seguidor de Enya quiere lo que ella y el matrimonio de Nicky y Roma Ryan hacen, así que un cambio no sólo sería un suicidio comercial sino una descortesía. Pero afortunadamente, Enya no sufre del «síndrome Mike Oldfield»: ni está empeñada en volver una y otra vez sobre un éxito pasado ni ha abaratado su sonido. Al contrario: el hecho de tomarse su tiempo permite, es de imaginar, eliminar piezas que no superen su listón y quedarse con las, indudablemente, mejores. The Humming, Even in the Shadows o Pale Grass Blue, de hecho, pueden codearse (incluso superar) en belleza con Orinoco Flow, así que demos la bienvenida a un disco majestuoso lleno de encanto élfico.