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«The Childhood of a Leader», de Scott Walker.

El mundo atosigante y claustrofóbico que ha ido mostrando el otrora baladista de los Walker Brothers desde que en 1995 dinamitara con Tilt los puentes con la música easy listening (de fácil escucha) alcanzó su cumbre más alta con Bish Bosch (2012) y, ya que estaba por ahí, se lanzó a por otro «ocho mil» en compañía de Sunn O))) –Soused (2014)–. Ahora vuelve a desenterrar algún cadáver perdido entre esos hielos inhóspitos con la banda sonora de una película que, sin haberla visto, remite a los orígenes del nazismo que ya mostró Haneke en La cinta blanca. Y si la película es la mitad de desasosegante que esta banda sonora, habrá que verla sabiendo que, en ocasiones, habrá que taparse los ojos… Walker se basta, en media hora, para componer una demoledora sucesión de breves piezas incidentales (que suenan, unidas, a malsana sinfonía industrial) construidas exclusivamente con orquesta. Y no, no hay voz.