«Landfall», de Laurie Anderson y Kronos Quartet.
¿Te lo puedes creer? Laurie Anderson, la gran dama de la vanguardia artístico-musical neoyorquina (es decir: internacional), a sus setenta años, no había trabajado todavía con el Kronos Quartet, la legendaria formación creada por David Harrington en 1973 para difundir urbi et orbi la música contemporánea. Landfall es, por lo tanto, el ansiado encuentro de dos amantes que, indudablemente, se conocen y se desean desde mucho antes que se produzca el encuentro carnal. Y el coito artístico de ambos, tan guapos, sensibles e inteligentes, es fecundo. La fría y (casi) desapasionada calma que siempre transmite la Anderson en sus piezas –absoluta marca «de la casa»– no varía, por su parte, al narrar como el huracán Sandy –que golpeó la costa neoyorquina en 2012– arrasó buena parte de sus pertenencias (a lo que hay que añadir, es de imaginar, el sufrimiento por la muerte de Reed, fallecido al año siguiente). La atmósfera sigue siendo serena en su voz, que sólo aparece en seis de las treinta piezas que conforman el álbum. Desde luego, no se puede decir que la instrumentación se transforme en un volcán de dolor con la interpretación del Kronos, pero sí es cierto que la calidez que ofrece el cuarteto de cuerda le da una perspectiva mucho más humana y/o terrenal al disco, que acaba con dos de las melodías más memorables jamás compuestas por la Anderson: Gongs and Bells Sing y Old Motors and Helicopters.