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Fallece Ester Mägi, la «Gran dama» de la música estonia.

La compositora estonia Ester Mägi falleció ayer, a los noventa y nueve años, a pocos meses de cumplir los cien. Autora de una extensa obra, su música nunca se situó en el centro de las disputas estilísticas que caracterizaron la música del siglo pasado –el inicio de las vanguardias en la década de los cincuenta, por ejemplo, o las transformaciones hacia la música consonante y minimalista a finales de los sesenta– sí fue reconocida a lo largo de su carrera como una compositora soberana, seria y sincera. La abrupta modernización del lenguaje musical que se produjo en la música estonia en la década de los sesenta dejó de lado a Mägi, pero su estilo individual absorbió nuevos elementos y cambió mucho a lo largo de los años.

Mägi, nacida en Tallín el 10 de enero de 1922, estudió piano en el conservatorio de su ciudad natal y recibió clases de composición del fundador de la escuela nacional de música estonia, Mart Saar (1882-1963). Saar había recopilado melodías folclóricas en su juventud y era famoso por sus composiciones corales en las que combinaba melodías folclóricas con armonías complejas y avanzadas. Mägi heredó el interés de su profesor por la música folclórica y su amor por el patrimonio musical nacional. Tras licenciarse en Tallín en 1951, Mägi estudió durante tres años en Moscú y su composición de graduación fue Kalevipoja teekond Soome (El viaje de Kalevipoeg a Finlandia), una cantata para coro de voces masculinas, solista y orquesta basada en la epopeya nacional estonia, Kalevipoeg, obra del poeta estonio Friedrich Reinhold Kreutzwald publicada a mediados del siglo XIX. Aunque la cantata fue escrita en 1954, no se estrenó hasta 1961, por el Coro Nacional Masculino de Estonia (RAM) y la Orquesta Sinfónica del Estado de Estonia (ERSO) bajo la dirección de Neeme Järvi. Se ganó la vida como profesora de teoría musical en el Conservatorio de Tallin –sobre todo cursos de análisis y contrapunto– hasta su jubilación en 1984. No se dejó tentar por la oficialidad y rehuyó los envenenados encargos estatales que hubieran podido requerir compromiso político: su primer premio estatal no le llegó hasta 1980. Y la más alta distinción que recibió fue el nombramiento como doctora honoris causa por la Academia de Música de Estonia en 1999.