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El lugar donde no se espera. Reflexiones sobre «Winterreise».

EL CRISTAL DE LOS COPOS DE NIEVE

Inquietante título el del recital ofrecido por Clara de Asís el pasado 29 de septiembre en el auditorio del CentroCentro de Madrid: El lugar donde no se espera, lugar sin espera ni esperanza, donde el tiempo, mitigado, apenas transcurre, tiempo cristalizado, en estado de hibernación. Escuchamos un leve y frágil sonido que en largos intervalos apenas evoluciona con la suma de otra fina capa sonora que no anula la anterior y que, de alguna manera, permanece bajo el umbral audible. Un fascinante efecto de simultaneidad virtual de los materiales sonoros que no cesan, tan solo dejan de oírse. Cada transformación del sonido se manifiesta como la huella permanente de un sonido olvidado que creímos oír con dificultad.

Esta frágil estructura musical se altera en dos ocasiones: la primera, con un torpe efecto de sonido de agua o arroyo (una suerte de deshielo), que rompe el equilibrio; y, la segunda, una distorsión electrónica, que creemos imprevista, tras de la cual, y después de un silencio, se vuelve a construir la delicada «estructura molecular» del Winterreise.

Música que, requiriendo una gran concentración, necesita un clima de intimidad que el auditorio del CentroCentro (diseñado prioritariamente para la audición) no proporciona, tanto por lo ostentoso del espacio como por la presencia de un público heterogéneo que, en algunos casos, desinformado sobre la dificultad de esta música, abandona la sala antes del final del concierto.

Dar una forma a la puesta en escena, con un dibujo de iluminación que dirija la mirada o algún elemento escénico que organice el espacio, es fundamental para corregir los inconvenientes de una sala o auditorio desfavorables. Con frecuencia, la no intervención en la puesta de escena, aunque conceptualmente neutral, es contraproducente. La nuda presencia de Clara de Asís, inmóvil en mitad del escenario del auditorio mal iluminado, sentada en una mesa cubierta por una tela negra, resulta decepcionante: distrae y condiciona negativamente la recepción de una obra de difícil escucha. Es posible que la falta intervención en la puesta en escena no fuera necesaria en una galería de arte o en un espacio pequeño bien diseñado, donde las condiciones de recepción ya han sido previstas. Pero, en este desabrido auditorio, el diseño de una puesta en escena que concentre la mirada del oyente, que también es espectador, se hace imprescindible.

Tampoco ayuda mucho en la escucha la inclusión de unos poemas proyectados al fondo en una gran pantalla. La lectura de estos poemas desconcierta la audición porque exige una cadencia y entendimiento muy distinto al de la música. Las programáticas “24 micro-secciones sonoras distribuidas en 8 momentos” que son introducidos por los poemas no dejan de ser, a mi juicio, algo accesorio e incongruente con la percepción de una obra que se ofrece como unitaria. Si quizás tuvieran una importancia esencial en la composición de la obra, creo que debieron ser desechados en la representación, y, eventualmente, recuperados después a la audición, en un momento posterior de reflexión sobre la obra.

© Fotografía de CentroCentro.