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«Neighbours», de Rauf «RubberLegz» Yasit y Brigel Gjoka, nuevo estreno en Sadler’s Wells.

¿Es deseable limitar las relaciones con nuestros vecinos a lo estrictamente necesario? ¿Se puede juntar a personas de distinto origen en el mismo espacio? ¿Y a bailarines?

Brigel Gjoka es un prestigioso bailarín de danza contemporánea; Rauf Yasit, por el contrario, está especializado en la danza callejera «abstracta», no en vano incluso tiene mote «RubberLegz» (piernas de goma, en inglés, creo que suficientemente descriptivo). Dos vecinos de escenario improbables, a priori.

Pareciera que las combinaciones arriesgadas requieren de atrevimiento, que bien puede venir del instinto temerario de la juventud o, por el contrario, de la seguridad de un gran maestro. Es posible que aquí podamos considerar que se han dado ambas circunstancias. Por una parte, fueron los propios jóvenes bailarines los que tomaron la iniciativa que crear esta pieza, a pesar de que su formación y experiencia eran tan distintas. Sin embargo, fue el gran genio de la coreografía contemporánea William Forsythe quien previamente les unió en el escenario, en una inventiva y premiada pieza llamada A Quiet Evening of Dance (2018). La vi en su momento y puedo constatar que fue un éxito. En cualquier caso, fue esta experiencia la que estimuló y despertó la curiosidad lo suficiente en los dos bailarines como para plantearse esta arriesgada colaboración.

Neighbours, lo que hemos visto en el teatro Lilian Baylis (la segunda sala del Sadlers Wells) nos recuerda en ocasiones a la observada mezcla de lenguajes ya utilizada por Forsythe en su pieza. Creo entrever que Forsythe sembró la semilla de esta nueva creación. De hecho, su nombre aparece en los créditos de la pieza, como “colaborador». Desconozco si dicha colaboración se reduce a esa chispa inicial y el consiguiente reconocimiento de ese original punto de partida, o si ha supervisado, corregido, guiado o dado alguna idea para la nueva creación.

Sea como fuere no cuesta detectar la conexión con el maestro, al igual que poco a poco se va desvelando el sello propio de los jóvenes creadores y bailarines.

Aparecen en escena en un escenario oscuro y comienzan a bailar, sin necesidad de música alguna. No se oyen más que sus respiraciones, algún chasquido de dedos y silbidos. El resto es un solemne silencio. Se están conociendo. Y no siempre con facilidad. Pero descubrimos que sus vocabularios, aparentemente tan distintos, no lo son tanto. Uno se acerca al otro, con naturalidad y credibilidad. Las diferencias se mantienen, pero parece que quisieran aprender el uno del otro. ¿O realmente lo que están haciendo es retarse? ¿Es una «batalla de pavos reales» o un juego de descubrimiento?

De repente algo cambia. A la izquierda del escenario el músico Ruşan Filiztek comienza a tañer su duduk, una especie de flauta armenia de doble lengüeta, y su daf, un tambor kurdo de marco. El público viaja con la música y también lo hacen los bailarines. Brigel es flexible como el bambú, ha bailado con Forsythe, Silvie Guillem (en su fantástica y emocionante despedida), NDT o el Ballet de la Ópera del Rin, pero su origen es mediterráneo, nacido en Albania. Por su parte RubberLegz es un musculoso b-boy, vive en Los Ángeles y nació en Alemania, pero sus orígenes también están en el sur, el pueblo kurdo.

Con la música surge el mayor acercamiento entre los bailarines; la complicidad y la espiritualidad, tanto cuando bailan juntos como cuando interpretan solos. La música y cantos de inspiración musulmana –y que por momentos nos recuerda a la llamada a la oración del muecín desde el alminar de una mezquita– les acerca física, estética y espiritualmente. Viajan a sus raíces, a sus bailes tradicionales, a su forma de entender las relaciones personales, al origen de la danza en las celebraciones (quasi) tribales, con una sonrisa en la cara, reflejo de la más pura y desprejuiciada felicidad.

Las escuelas y experiencias de los bailarines quedan de lado, como igualmente desaparecen los países de origen. Y la música, las raíces, la espiritualidad, la danza grupal y la creación unen y funden a los seres humanos que subyacen bajo todas esas menos relevantes capas. Sin duda una gran lección en estos tiempos en los que supuestos líderes, que se arrogan un poder que en realidad no les pertenece, pretenden enfrentarnos a hermanos, contra natura.

El público lo entiende, lo interioriza y lo celebra en pie con una larga ovación.

© Fotografía de Brian Ca, cedida por el departamento de comunicación de Sadler’s Wells. Rauf Yasit (izda.) y Brigel Gjoka.