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El pianista Ralph van Raat publica su segundo disco con música de Joep Franssens.

Joep Franssens (Groninga, Países Bajos, 1955) es uno de los principales compositores neerlandeses actuales. Alumno de Louis Andriessen en el Conservatorio Real de La Haya e influido por la generación minimalista, se le suele considerar como integrante del núcleo centroeuropeo del llamado minimalismo místico de Arvo Pärt y Henryk Górecki. Ralph van Raat (Países Bajos, 1978), por su parte, es un importante concertista neerlandés de piano especializado en música contemporánea. Con una amplia discografía –buena parte de ella en Naxos– que supera la treintena de cedés, en 2016 publicó en el sello Belgo-neerlandés Etcetera Records un primer álbum de composiciones de Franssens, Piano Works: The Gift of Song, Winter Child. Y a finales de diciembre apareció, nuevamente en Etcetera, Works for Piano: Journey Under Brilliant Skies, Three Etudes, Old Songs, New Songs.

El disco empieza en orden cronológico inverso. Las tres primeras piezas, de unos treinta y ocho minutos de duración, corresponden al concierto para piano, Journey Under Brilliant Skies, grabado en directo en septiembre de 2020 en una actuación de la Phion, Orkest van Gelderland & Overijssel (Phion, Orquesta de Güeldres y Overijssel, que es la resultante de la fusión, en 2019, de la Orquesta Sinfónica de los Países Bajos y la Orquesta de la provincia de Güeldres), dirigida por Otto Tausk. A continuación vienen los Tres estudios, de 2019, y las cuatro últimas piezas son las Old Songs, New Songs de Franssens, que datan de 1988.

En realidad, Journey Under Brilliant Skies es la versión revisada y definitiva del Concierto para piano de Franssens de 2015, de cuya versión original no estaba el compositor absolutamente satisfecho (de hecho, en 2016 ya había realizado una versión reducida, de cámara). Franssens afirma que una obra orquestal media tiene que repetirse cinco veces antes de poder decir que está completamente terminada, «y tiene que mediar tiempo entre esas repeticiones, porque un compositor necesita tiempo para trasladarse del escenario al escritorio. Pero hoy en día una pieza así no tiene ni siquiera una segunda oportunidad. Tienes el estreno y ya está», se queja el compositor de la situación del mundo cultural neerlandés. En cambio, los Tres estudios son un encargo realizado a Franssens por el propio concertista Van Raat, que los estreno en directo en el Festival de Música Minimal de Ámsterdam de abril de 2019. Franssens explica que el pianista y él se sentaban «frecuentemente a trabajar juntos antes del estreno. Y después de un ensayo, le enviaba otros cuarenta correos electrónicos a Ralph. ¿Cómo es posible eso con una orquesta? Por eso ya no escribo música de orquesta, sino estos estudios y obras para pequeños conjuntos. Porque así al menos puedo tener la expectativa realista de que se interpreten a menudo».

Compositor de extraordinaria emotividad, Franssens tuvo como inspiración y punto de partida de Journey Under Brilliant Skies los conciertos para clavicémbalo de Bach, en los que se integra equilibradamente la presencia del solista y la orquesta. A continuación se exponen partes del libreto explicativo que acompaña al disco, : notas escritas por el propio Ralph van Raat:

«Journey Under Brilliant Skies es casi un estudio del papel del pianista dentro de la pieza. El solista es la fuerza motriz del conjunto y conforme a este papel su presencia es casi continua, excepto al principio del segundo del segundo movimiento, donde permanece en silencio.

En realidad, el grado de presencia del solista fluctúa constantemente. Este concepto trae consigo una fusión general de papeles, en la que el solista y la orquesta operan en completa armonía. Esto es evidente desde la primera entrada de la orquesta: su entrada se produce de forma inesperada, en medio del solo del pianista, pero no le interrumpe ni le domina. La actitud cooperante del pianista en el primer movimiento se muestra aún más pronunciada en el segundo: el solista conduce a la orquesta a su estallido y, nuevamente, a su desaparición.

La cadencia de apertura del tercer movimiento, una vez más contemplativa, seguida de una entrada conjunta de la orquesta y el pianista solista, marca inmediatamente el tono de la nueva relación entre ambos. Después de que la orquesta haya experimentado el sorprendente papel de guía del pianista en el segundo movimiento, éste es quizás el diálogo más genuino entre las dos entidades, donde se mezclan por primera vez juntos en la exposición del tema melódico. Después, la orquesta toma la delantera, con el solista tocando un ritmo mucho más independiente que adquiere cada vez más protagonismo, hasta que, sin ningún tipo de lucha previa, se produce una erupción solista totalmente natural que transforma a la orquesta en un oyente. Esta cadencia solista exulta, irradia y casi grita a todo volumen; parece querer llenar el universo de sonido y alegría. Es un efecto casi trascendental, en el que el piano intenta deshacerse de su propia identidad.

Los Tres estudios destacan por su corta duración. Tradicionalmente, el estudio es un medio para el compositor, pero más a menudo para que el instrumentista muestre su virtuosismo técnico, a menudo en relación con un problema técnico específico. Franssens buscó en el primer estudio el virtuosismo en el otro extremo del espectro: esta obra es un estudio para la interiorización y la quietud en el sonido, un enfoque muy poco ortodoxo y valioso del género. El reto musical, pero sobre todo mental, para el intérprete está aquí, además de en elementos como la belleza del sonido y la tranquilidad, en el control total de la energía dentro de un tempo lento, a pesar de las texturas condensadas. También llama la atención la presencia de una voz en la sombra que, como desde otra dimensión, comenta o complementa la línea melódica principal.

En el segundo estudio, Franssens revela su experiencia y su marco de referencia dentro del gran pensamiento sinfónico. La obra cuenta una evocadora y tormentosa historia sinfónica en el espacio de seis minutos. El oyente cae directamente en el drama y, a través de la escritura orquestal para el instrumento, que sugiere las diferentes divisiones de la orquesta a través de la interpretación de diferentes registros, encuentra su camino hacia el grandioso y esclarecedor giro mayor del final. Por último, la temprana fascinación de Franssens por las composiciones de percusión de Steve Reich se refleja en el último estudio. El oyente parece estar escuchando un conjunto de músicos de mazos: los acordes abiertos, resonantes y fuertemente tocados, similares a los del vibráfono, están unidos por el pulso continuo subyacente, como si fueran tocados por marimbas.

Finalmente, Old Songs, New Songs es una de las primeras obras de Franssens, en la que se aprecia su interés por los minimalistas. Con la repetición de motivos musicales cortos como punto de partida, así como su pulso continuo y su consonancia tonal, la obra nace definitivamente de la fascinación por la música minimal. Sin embargo, el entramado que el compositor ha creado con estos elementos va mucho más allá del estilo minimalista tradicional; la aparición de las largas y expresivas líneas melódicas, que parecen flotar en lo alto de la textura arremolinada, son también un primer indicio de una dirección musical completamente nueva para el compositor. Al igual que el concierto para piano, Old Songs, New Songs puede experimentarse como un viaje subjetivo a través del tiempo, en el que la percepción del hombre evoluciona a través de sus experiencias. El paraíso de los primeros minutos se convierte cada vez más en un drama, en el que octavas disonantes y perturbadoras contaminan cada vez más la inocencia de la textura musical inicial. La música pasa por diferentes etapas de tempi, densidad y armonía hacia la sección central, en la que una melodía resignada se asoma en un lecho de ritmo inquieto y sincopado. La melodía parece oscilar como un tresillo, pero está sutilmente sincopada con ligeros acentos cada dos notas en lugar de cada tres. A la decadencia gradual de la melodía le sigue lo inefable, el silencio, antes de que la música se reanude en un sorprendente giro mayor. A partir de aquí, de una manera típica de su obra posterior, el compositor diseña una gran estructura: una textura creciente y cada vez más densa parece insuflar nueva vida a la música asfixiada. Los restos de los bloques de construcción se vuelven a ensamblar, hasta que surge de nuevo una gran torre, más alta que nunca, y se convierte en un símbolo de victoria personal. El brillante y celestial tañido de las campanas que anuncia el final de este viaje».