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El compositor francés René Aubry publica su vigésimoquinto álbum, «I Sing My Song».

René Aubry (Remiremont, 1956) es un compositor y guitarrista autodidacta francés, conocido, fundamentalmente, por sus composiciones para espectáculos de danza, teatro y cine. Admirador de Leonard Cohen, Philip Glass y el compositor griego Mános Hatzidákis, su encuentro en 1978 con la coreógrafa estadounidense, nacionalizada francesa, Carolyn Carlson, le cambió la vida: se enamoró tanto de la bailarina y coreógrafa como de la danza, y se convirtió en su esposo y padre de su hijo Alexis, y en compositor durante varios años de las partituras de su ballet, que luego amplió a obras de Pina Bausch o los asombrosos espectáculos de marionetas para adultos de Philippe Genty. En su haber cuenta también con temas presentes en películas de Wim Wenders (Pina) o Paolo Sorrentino (Un hombre de más)… así como una nutrida colección de partituras para películas infantiles de dibujos animados de la factoría Magic Light Pictures (The Gruffalo, Zog, etc.)

Su relación con Carlson marcó también el punto de partida de su estilo: fue ella quien le puso tras la pista de la música de Philip Glass, Steve Reich o John Surman, influyentes, aunque no definitorios, en sus composiciones. Con una extensa discografía a su espalda, no es, sin embargo, un músico famoso: de hecho, sus composiciones suenan en ese tipo de programaciones en las que el autor pasa desapercibido. En su caso, en los actos de inauguración de la Expo de Zaragoza de 2008, dedicada al agua y al desarrollo sostenible, o como ambientación musical de programas de televisión.

Su nuevo álbum, I Sing My Song, el vigésimo quinto a su nombre, se publicó el pasado 29 de abril, Día Internacional de la Danza, en el sello Music Box Publishing. Además de trece piezas instrumentales, el disco incluye dos cantadas por el propio Aubry, It’s Alright y I Sing My Song, que cuentan con textos de Carolyn Carlson. Su música, de armonías clásicas y arreglos plenamente actuales, tiene el tono melancólico y naif que reconocemos en compositores como Pascal Comelade o el desaparecido Simon Jeffes, fundador de Penguin Cafe Orchestra.

En sus breves piezas –de entre dos y tres minutos de duración– siempre desarrolla atmósferas evanescentes en cuyo centro brillan melodías nítidas y adhesivas. Una extraordinaria sencillez con la que elabora piezas de una belleza atemporal que no empalaga y que podríamos definir como una traslación al siglo XXI de la música de mobiliario de Satie, con el añadido de pizcas de música folclórica de raíz mediterránea.