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El próximo lunes se estrena en los Teatros del Canal la primera de las obras de la Trilogía de Cocteau de Philip Glass, la ópera de cámara «Orphée».

En el año en el que se celebra el octogésimo quinto cumpleaños de Philip Glass, el Teatro Real decidió programar el estreno en España de Orphée , la ópera de cámara en dos actos del compositor de Baltimore, que se representará en cinco funciones en la Sala Roja de los Teatros del Canal, entre los días 21 y 25 de septiembre, a las 20:30 horas (las 19:30 en el caso del domingo 25), con dirección musical de Jordi Francés y dirección de escena de Rafael Villalobos.

Glass compuso Orphée en 1991 por encargo del American Repertory Theater, de Cambridge, Massachusetts, donde se estrenó el 14 de mayo de 1993. Para entonces, Glass ya era un compositor establecido, famoso por sus éxitos operísticos como Einstein on the Beach, Satyagraha y Akhnaten. Orphée era, cronológicamente, la decimocuarta de sus producciones operísticas, ya fueran estas óperas absolutas u óperas de cámara. Sin embargo, Orphée podría figurar en primera posición, en cuanto a las intenciones del compositor: en 1954 Glass había visitado París por primera vez para estudiar francés –diez años antes de regresar como alumno de Nadia Boulanger– y se sumergió durante un tiempo en el mundo bohemio del dramaturgo, pintor, director de cine y muchas cosas más francés Jean Cocteau (Maisons-Laffitte, 1889-Milly-la-Forêt, 1963).

Orphée había sido la primera gran obra teatral escrita por Cocteau, que se estrenó en París en 1926. Estaba basada en el mito griego de Orfeo, hijo de Apolo y de la musa Calíope, que cuando tocaba la lira lograba calmar a las fieras y olvidarse de sus preocupaciones a los humanos. Fue así como enamoró a Euridice y dormir al temible Cerbero cuando bajó al inframundo para tratar de resucitar a su amada. Años después, en 1950, Cocteau dirigió una película del mismo título, protagonizada por Jean Marais, que situó en el París de esa época.

«La forma de vida bohemia que se ve en el Orfeo de Cocteau era la vida que yo conocía y que me atraía, y esos personajes eran el tipo de gente con el que yo me juntaba –escribió Glass en 1993 en el libro Orphée – The Making of an Opera, escrito para el estreno mundial de su ópera en dos actos basada en la película de Cocteau–. Visitaba estudios de pintores, veía sus trabajos y acudí al baile de disfraces de la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes; salía la noche entera e iba de un lado para otro».

La temprana admiración de Glass por la obra Cocteau no encontró refrendo hasta sentirse ya consagrado. Y quiso abordar una trilogía de piezas de teatro musical basada en las películas del francés. Glass tomó los guiones originales de las tres películas más importantes de Cocteau –Orfeo (1950), La bella y la bestia (1946) y Les Enfants terribles (1950)– y los convirtió, respectivamente, en una ópera de cámara, una película con música y un ballet, estrenados estos dos últimos en 1994 y 1996. Orphée es una extensa parábola sobre la vida de un artista, un poeta acosado e incomprendido por sus compañeros. Su éxito le lleva a ser menospreciado por sus colegas poetas, lo que le lleva a un aislamiento que le paraliza creativamente. Con una renovada conciencia de su propia mortalidad, Orfeo recupera su fortaleza emocional, lo que le permite ignorar las pruebas de la vida ordinaria, liberándole para ser poeta. Los poetas Orfeo y Jacques Cégeste, Euridíce y una misteriosa princesa (la Muerte) interactúan dentro de los mundos de los vivos y los muertos, existiendo en ese misterioso reino que separa los dos mundos. El amor triunfa y devuelve así a Orfeo y Euridíce a la vida mortal, sin que les quede conciencia de su inusual estancia entre los mundos. La Princesa ha violado las leyes de la vida y la muerte una vez más y es desterrada al olvido.

Es obvio que Glass se podía sentir identificado con el genial artista multidiciplinar (novelista, poeta, actor, dramaturgo, pintor, escenógrafo, crítico de arte, diseñador y cineasta) francés, un hombre resentido por la consideración superficial con que la sociedad asistía a su éxito y con la que veía la aparente ligereza con que se desenvolvía en múltiples ámbitos, lo que hizo que él se considerara a sí mismo un genio incomprendido. El paralelismo es evidente: Glass ha sido vilipendiado en numerosas ocasiones de forma similar, tanto por colegas compositores como por críticos… y amado por su público.

Glass describió la trilogía como un «homenaje a Cocteau, a quien considero uno de los artistas más importantes del siglo XX. En su época se le consideraba demasiado simplista: escribía poesía y obras de teatro y novelas, pintaba y dirigía películas. Y la gente consideraba, de un modo bastante errado, que era un simple diletante. En la actualidad, los franceses se muestran al mismo tiempo despreciativos y protectores con respecto a su figura. Pero recordemos que en 1954, cuando yo viajé por primera vez a París, Cocteau ya era considerado demodé… La película Orfeo es una obra autobiográfica sobre un artista veterano que se ve desplazado por uno más joven. ¿Y por quién es asesinado al final? Por sus colegas poetas».

El libreto de la ópera de Glass, una obra de pequeñas dimensiones (apenas cien minutos de duración) sigue el guión de Cocteau casi palabra por palabra, con una partitura para doce instrumentistas y cuatro solistas. Desde Satyagraha, Glass no había compuesto una partitura de tal perfección de orfebrería y uno se pregunta si la razón pudiera deberse a la conjunción de lo personal y lo profesional. En realidad, Glass se identifica con Cocteau, pero también debe identificarse con el propio Orfeo: el músico que trata de traer de vuelta del Inframundo a su amada fallecida. La tercera esposa de Glass, la artista Candy Jernigan, a quien conoció en un vuelo de Ámsterdam a Nueva York, y realizaría varias portadas de sus discos, como The Photographer, falleció el 5 de junio de 1991, poco antes de componer Orphée, y uno no puede dejar de sospechar que la aflicción de Orfeo debe reflejar el propio dolor del compositor. Sea por la razón que sea, Orphée ofrece una claridad de textura, una sutileza de colorido instrumental y, sobre todo, una escritura vocal sin restricciones y de una expresividad casi novedosa, como recién adquirida. Hay unas elegantes dignidad y cautela en el origen de la composición de Glass, como si se hubiera sentido inspirado de igual manera por la ópera de Christoph Willibald Gluck Orfeo y Euridice, como por Cocteau.

© Foto descargada de la página web de Philip Glass.