El mallorquín Joan Valent publica en Sony Classical su «The Circle Symphony» y las «Canciones singulares» para Cristina Domínguez.
Estrenadas mundialmente hace apenas veinte días en el Auditorio Nacional de Madrid, The Circle Symphony y Canciones singulares, del compositor mallorquín Joan Valent, son dos piezas distintas, pero creadas casi de forma simultánea, que hoy han sido publicadas discográficamente por el sello Sony Classical.
Valent es de los pocos, poquísimos, compositores españoles que hayan incluido a la corriente minimalista estadounidense –la de Glass, Reich, Young, Riley y Adams– entre sus principales influencias a la hora de componer. Este influjo es especialmente visible en La sinfonía circular [The Circle Symphony es su título original, en inglés], en el que la repetición fractal de una estructura de notas simples termina generando una composición de algo más de media hora de duración, distribuida en cuatro movimientos –Simplicity, The Straw, The Circle y The Stone–, que va ganando intensidad y complejidad y puede compararse con el flujo constante de olas y resaca lamiendo la arena de una playa.
La otra cara del disco, si se publicara en vinilo, está formada por cuatro Canciones singulares, escritas, letra y música, por Valent como homenaje a su amiga la soprano Cristina Domínguez, enferma de cáncer. Esas cuatro canciones cuentan con los primeros textos jamás escritos por Valent para ser cantados, y están inspiradas directamente por la vida de la soprano: su nacimiento (El primer sueño), su juventud (Si te alejas), su madurez (La geografía de la piel) y su lucha contra el cáncer (Los ríos de mi cuerpo), y es ella misma quien las canta en el disco, igual que las interpretó en su estreno en directo.
Aunque la interpretación de los dos ciclos corresponde en ambos casos a la Orquesta Sinfónica de Budapest, dirigida por Joan Martorell, las sonoridades son diferentes. Si en la sinfonía el estilo y el espíritu en minimalista, en el ciclo de lieder se podría considerar que la influencia es más clásica, germánica y densa, con una épica nietzscheiana –la «voluntad de poder» que caracteriza la lucha de Domínguez por enfrentarse con determinación a su enfermedad– que remite a Richard Strauss.