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«Persephassa / Péïades», de Xenakis, a cargo del conjunto Les Percussions de Strasbourg.

En 2022 se conmemora tanto el centenario del nacimiento de Iannis Xenakis (Brăila, Rumanía, 1922-París, 2001) como el sexagésimo aniversario de la fundación de Les Percussions de Strasbourg, el conjunto de música contemporánea impulsado en 1959 por Pierre Boulez, cuando fue invitado a Estrasburgo para dirigir Le visage nuptial. Los seis percusionistas reunidos en aquella ocasión (Bernard Balet, Jean Batigne, Lucien Droeller, Jean-Paul Finkbeiner, Claude Ricou y Georges Van Gucht), decidieron fundar un conjunto, que acabó convirtiéndose en 1962 en Les Percussions de Strasbourg con Jean Batigne al frente.

De los seis percusionistas que ha sido su seña de identidad histórica se pasó, bajo la dirección artística de Jean Geoffroy (entre 2015 y 2017), a una formación más amplia y de geometría variable en torno a una cuarta generación de percusionistas.

El conjunto ha estrenado a lo largo de sus sesenta años de trayectoria más de trescientas obras de percusión de música contemporánea, entre ellas Persephassa (1969) y Pléïades (1979) de Iannis Xenakis, las dos obras que acaba de publicar Les Percussions de Strasbourg para celebrar la doble efeméride.

El álbum es, en realidad, un libro-disco. La parte «libro», de 72 páginas, está escrita en francés e inglés, y consta de siete capítulos breves. Jean Geoffroy escribe tres, entre ellos sendos análisis de las dos obras. Anne-Sylvie Barthel-Calvet, profesora titular de musicología de la Universidad de Lorena, escribe tres capítulos. Uno, sobre la relación entre Xenakis y Les Percussions de Strasbourg como «creadores conjuntos de nuevos mundos sonoros»; otro sobre la «espacialización del ritmo» en Persephassa, y el último sobre los «mil colores» de Pléïades.

Finalmente, el último y más breve de los capítulos está dedicado al sixxen, un instrumento inventado por Xenakis expresamente para la interpretación de Pléïades. El nombre del instrumento, se explica en el librito, procede de la combinación del número seis [six, tanto en francés como en inglés], en referencia a los percusionistas de Les Percussions de Strasbourg, que en esa época –y durante mucho tiempo– eran seis, y de las tres primeras letras del apellido de Xenakis. El sixxen consiste en diecinueve placas metálicas de diferentes tonos que no están afinadas en ninguna escala diatónica o cromática. De hecho, cada uno de los seis sixxen construidos, uno para cada percusionista, están afinados de forma ligeramente diferente para evitar cualquier posibilidad de «unísono» por error.

En cuando al cedé, este incluye una nueva grabación, realizada el pasado mes de julio, de esas dos obras básicas del repertorio para percusión de Xenakis, que, según comenta el que fuera director artístico de Les Percussions de Strasbourg, Jean Geoffroy, supuso «un encuentro excepcional entre un compositor y un grupo de intérpretes».

En Persephassa, según explica Geoffroy, «el intérprete es un elemento de una mecánica implacable, sujeto a una estructura controlada», mientras que en Pléiades, el intérprete es «protagonista de los acontecimientos, encarnándolos y llevándolos en este movimiento inexorable que nos empuja hacia delante».

Lo que hace de Xenakis una de las figuras de la música clásica contemporánea más apreciada por las nuevas generaciones es que era un maestro a la hora de hacer que los músicos hicieran mucho ruido. Un ruido profundamente organizado, naturalmente, pero en términos de timbres, texturas y dinámicas difícilmente se podría esperar más variedad que la que él proporciona.

Persephassa parte de postulados de Varèse y Cage en una obra cuya combinación de libertad y disciplina es la de alguien que se ha caracterizado por utilizar fórmulas matemáticas para la creación musical, mientras que Pléïades podría ser considerada como su respuesta al Drumming de Steve Reich, a pesar de que la energía explosiva de Xenakis está a un mundo de distancia del tranquilo cambio incremental de Reich.

En Persephassa los músicos disponen de una gran cantidad de instrumentos: bombos, tom-toms, simantras, gongs, silbatos, sirenas, maracas y guijarros, entre otros. Y cuando los músicos aporrean sus tambores, fortissimo y al unísono, el sonido es algo así como el de una acería a pleno rendimiento. Pero la obra –cuyo nombre es el de Perséfone en griego, la reina del Hades y diosa de la renovación primaveral– también tiene sus momentos sutiles. Del tintineo se pasa al trueno y del trueno al silencio, como en la primavera misma.

La partitura de Pléïades, por su parte, está elaborada en cuatro movimientos, y explora tipos específicos de sonido (timbres mixtos, metales, teclados y pieles) en una mezcla de vericuetos y líneas rectas, con secciones persistentemente repetitivas compensadas por ráfagas imprevisibles y cambios de dirección repentinos.

Cada uno de los cuatro movimientos exige un tipo de percusión diferente. Claviers [teclado, en francés] está escrita para instrumentos de percusión con sonidos tonales: vibráfonos, marimba, xilófono y xilorimba, que consisten en una serie de barras sobre las que se percute, dispuestas como un teclado de piano. En Peaux [pieles, en francés] aparecen instrumentos con pieles, como tom-toms, bongos y tambores. Métaux [metales, en francés] requiere que cada uno de los instrumentistas toque el sixxen. En Mélanges [mezcla, en francés] se utilizan todos los instrumentos y el resultado es una mezcla de sonidos estimulante y con infinidad de perspectivas. Toda la pieza es un viaje sonoro absolutamente absorbente.