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El cuarteto Bozzini publica «Tom Johnson: Combinations», del compositor minimalista.

Tom Johnson (Greeley, Colorado, 1939) es una de las figuras imprescindibles del panorama musical minimalista. Como compositor, fue alumno de Morton Feldman y fue, además, el autor de la primera ópera minimalista de la historia, La ópera de cuatro notas, compuesta en 1972. Como periodista, trabajó diez años, entre 1972 y 1982, en el influyente (en aquel entonces) Village Voice neoyorquino. Él se precia, de hecho, de ser de los primeros en referirse a la corriente musical que recorría los espacios alternativos del downtown de Manhattan como «minimalismo», aunque él lo empleó el 30 de marzo de 1972 en un artículo titulado The Minimal Slow-Motion Approach que hablaba de un concierto en la iglesia presbiteriana de Greenwich Village, con obras de Stuart Marshall, Mary Lucier y Alvin Lucier. Nada que ver con Reich o Glass, a los que él se refería como «repetitivos»

Como compositor, una de las características que le define es la simplicidad conceptual más absoluta y un humor cageiano y duchampiano. De hecho, Johnson ha llegado a no considerarse compositor, sino «buscador de objetos», en el sentido del «objeto encontrado» de Duchamp. Hace apenas unas semanas, el sello discográfico canadiense Distribution Ambiances Magnétiques Etcetera (DAME) publicó Tom Johnson: Combinations, un álbum en el que el cuarteto Bozzini interpreta una serie de piezas que datan de épocas diversas de su producción: Formulas for String Quartet (ocho piezas breves, de 1994); Combinations for String Quartet (otras cinco piezas, de 2003, de entre cuatro y seis minutos de duración), Tilework for String Quartet (también de 2003, la pieza más larga del álbum, de poco más de nueve minutos) y Four-Note Chords in Four Voices (quince piezas breves, en torno al minuto, de 2009).

Dicho ya que a Johnson (que vive desde 1983 en París, casado con la artista conceptual española Esther Ferrer) lo que le mueve es el humor y la música conceptual, esta sucesión de piezas ofrece combinaciones y permutaciones exhaustivas de composición de títulos explícitos. Combinations for String Quartet, explicado por el propio Johnson, «contiene cinco movimientos y cada uno de ellos contiene todas las combinaciones de algo. Como siempre, quería que la música supiera lo que hacía, que fuera correcta y completa en un sentido riguroso y ésta es una forma de conseguirlo. La teoría de las combinaciones es una disciplina matemática totalmente explorada, ya que desde hace más de un siglo sabemos cómo calcular todo tipo de combinaciones y probabilidades y cómo demostrar todo esto. Así que lo que digo sobre mi composición no puede tener una importancia fundamental para las matemáticas. Sin embargo, puedo demostrar que se plantean nuevas preguntas cuando se quiere entrar en algún conjunto de combinaciones, para ver cómo se unen, para observar las muchas simetrías que hay en ellas, para encontrar la mejor secuencia para ellas, para considerar cómo podrían sonar, para convertirlas en música».

Del mismo modo, Four-Note Chords in Four Voices son lo que su nombre indica: acordes de cuatro notas a cuatro voces y Formulas for String Quartet también es fácil de percibir: incluso cuando la música discurre de forma demasiado rápida para contar las notas y analizar exactamente lo que ocurre, se nota la lógica estricta y matemática con que se ha compuesto. Podemos recordar que Johnson es autor de The Chord Catalogue: All the 8178 chords possible in one octave, que es exactamente eso: un listado de los 8.178 acordes posibles en una octava, desde los acordes de dos notas al cluster absoluto.

Tilework for String Quartet, igualmente, es un «trabajo en mosaico»: una colección de composiciones en las que los azulejos/ritmos individuales encajan en secuencias musicales sin simultaneidad, a menudo llenando todos los puntos disponibles de una línea o un bucle. Parece sencillo, pero no lo es. Lo importante a la hora de escuchar el disco es comprobar que el Quatuor Bozzini consigue que el resultado, fuera de la rigidez matemática que lo caracteriza, suena cálido y vivo. El propio Johnson también lo ha explicado en alguna ocasión, «los oyentes no necesitan dominar el contrapunto para apreciar una fuga de Bach».