El sello videográfico alemán C Major publica en DVD y Blue Ray el «Orlando» de Olga Neuwirth.
Lo decía Joshua Barone hace dos años y medio en su comentario en The New York Times sobre el estreno de Orlando, la ópera de Olga Neuwirth, en la Ópera Estatal de Viena: que fuera la primera obra escrita por una mujer en ser puesta en escena por la institución vienesa ya era suficiente motivo para hacer historia. Pero, ya puestos, la compositora austríaca no quiso detenerse ahí y quiso que todo el acontecimiento fuera un alegato feminista, empezando por la elección la ópera (Orlando: una biografía, la novela de Virginia Woolf, autora icono de la comunidad lesbiana) y continuando por la participación de mujeres de sobrado talento, tanto para la dirección de escena (la australiana Polly Graham) como para la co-escritura del libreto (la estadounidense Catherine Filloux, que colaboró en su elaboración con la propia Neuwirth). Entre los cantantes de la ópera figuraba, también, la artista queer de cabaret Justin Vivian Bond, que cambió en esta ocasión el pequeño escenario del Joe’s Pub neoyorquino por uno de los templos operísticos más importantes de Europa y el mundo.
El estreno de la ópera tuvo lugar el 8 de diciembre de 2019 y fue hace pocas semanas cuando el sello videográfico berlinés C Major Entertainment GmbH publicó esta magnífica ópera, de casi tres horas de duración, en formato blue ray y DVD.
En su punto de partida figura el Orlando de Virginia Woolf, una ingeniosa sátira de los roles de género. La historia es bastante atípica y está contada de forma desenfadada: Orlando es un noble inglés que nace en el Renacimiento, no muere y sólo tiene 36 años en 1928, el año en que se publica la novela. También escribe poesía y –este es el punto crucial de la historia– se transforma en mujer sin llegar a ser una persona diferente: son los que le rodean los que le perciben de repente de forma muy diferente después de haberse transformado. Esta pequeña diferencia tiene grandes consecuencias, sobre todo en lo que respecta a las posibilidades de actuar como autor, pero la diferencia no radica realmente en el género, sino en el eco de la sociedad.
Neuwith ya había abordado anteriormente el cambio de roles de género; a la memoria me viene su American Lulu, reinterpretación de la Lulu de Alban Berg en la que la protagonista es una Lulú negra, en Nueva Orleáns, cuya relación lésbica con la Condesa Geschwitz se hace más evidente. En esta ocasión, el Orlando de Woolf, toda declaración de guerra a los mecanismos que silencian la voz femenina, era la obra ideal a reivindicar, toda vez que estos mecanismos siguen existiendo, por mucho que la sociedad haya cambiado notoriamente en los casi cien años transcurridos desde la publicación de la novela. Esto es uno de los aspectos cambiados en el libreto: como la novela termina en el año en que fue escrita, 1928, Neuwirth continúa la historia hasta el momento actual: Orlando se enamora de una mujer durante los años hippies, sigue escribiendo y finalmente se enfrenta a fenómenos políticos como los nuevos movimientos de ultraderecha actuales.
Las críticas que publicadas tras su estreno el 8 de diciembre de 2019 no fueron especialmente amables con la dirección de escena, y atacaban, incluso, el carácter de cliché con que se aborda el ataque al consumismo, al populismo o al cambio climático, llegando a tildarlo de «redundante y sin tensión» o, incluso, «estática y torpe». Sin embargo, la sucesión de cuadros escenográficos (¡hasta diecinueve!) resulta atractiva, aunque pueda considerarse efectista y, sobre todo, el aspecto musical es soberbio.
Al igual que las épocas y los géneros se desdibujan en la ópera, los estilos también se superponen en la música de Neuwirth: el madrigal renacentista y los remolinos de glissando de la música barroca; Gustav Mahler y el cancán se fusionan, y una banda de guitarra, bajo y batería en el escenario aporta blues y rock en la segunda parte. «Orlando», el protagonista, tiene que adaptarse a todos estos estilos vocalmente, y de eso se encarga, con fenomenal agilidad, la mezzosoprano estadounidense Kate Lindsey, para quien Neuwirth escribió directamente su papel. Como hombre, canta desde un registro mucho más bajo que el que tiene que emplear como mujer, dominando la coloratura barroca con la misma brillantez que canta al micrófono como cantante pop. La orquesta de la Ópera Estatal de Viena, magníficamente dirigida por Matthias Pintscher, director titular del Ensemble Intercontemporain, que guía al gigantesco conjunto a través de las tormentas de sonido con un aplomo admirable, hace que los sonidos emitidos giren en remolinos incansables, mientras los clavecines desafinados se cruzan con herramientas sonoras distintivas, desde los frenos de los coches hasta los truenos. La orquesta también se difumina simbólicamente cuando aparecen en escena una guitarra eléctrica y dos sintetizadores. No cabe duda de que Neuwirth, como virtuosa inventora del sonido, domina todos los medios que podrían convertir el teatro musical en un arte intelectual y sensualmente emocionante de efecto abrumador, alcanzando una fantasía sonora casi abrumadora.