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Thomas Adès: «Si estoy dirigiendo puedo acercarme todo que puedo a lo que quiero».

Junto con el comunicado de prensa, la Fundación BBVA ha hecho llegar a los medios de comunicación la entrevista que se le ha realizado al compositor inglés, después de comunicarle la concesión del premio, entrevista que reproducimos a continuación.

El jurado ha destacado «la capacidad comunicativa de su música, que conecta transversalmente con públicos diversos de todo el mundo». ¿Diría que lo ha conseguido equilibrando la dimensión racional o intelectual de su música con una apelación a las emociones?

Bueno, cuando trabajo, lo hago sobre todo por instinto y es una especie de modo de sobrevivir para llegar de un punto al siguiente. Así que si a veces parece que estoy en un ejercicio de equilibrios –entre lo que podrían llamarse ideas o procesos racionales con impulsos instintivos– eso es lo que puede parecer desde fuera.

Obviamente, me conmueve y me emociona que esto haya sido percibido por los oyentes, por otros, y este tipo de reconocimiento es insólito y muy alentador e inspirador en el campo de la música.

¿Cree que su capacidad para comunicarse con públicos amplios se deriva también de su habilidad para incorporar diversos recursos musicales a la tradición clásica o, al revés, a través de una reinterpretación de los géneros y piezas clásicos, como una chacona o un vals, y convertirlos en parte de la cultura contemporánea?

Me gusta que mi música sea atemporal, que sea ajena a un lugar o un tiempo, que sea libre en definitiva. Y creo que los problemas a los que se enfrenta alguien como yo, cuando miras fijamente una página en blanco, lo que ocurre a continuación, en cierto modo, son los mismos problemas a los que se habría enfrentado cualquiera en 1400 o en 1826, o en 1603, da igual.

¿Qué hacer a continuación? ¿Cuál es el siguiente paso en el camino? ¿Cómo se sigue arando este campo? Sea lo que sea, de una forma que sea correcta, que forme algún tipo de historia musical. Así que si me encuentro usando una u otra estructura o patrón que esté disponible para mí, así es como es.

Y creo que uno tiene que recordar, si recurrimos a una analogía, como la medicina, por ejemplo, que hay enormes avances en lo que sabemos, en cómo hacemos las cosas, pero seguimos tratando con el cuerpo humano.

¿Podría hablarnos de sus vínculos con la cultura española y, en concreto, con el movimiento surrealista español?

Yo crecí, por decirlo de algún modo, con el surrealismo a mi alrededor porque mi madre es historiadora del surrealismo y ha escrito libros, por ejemplo, sobre Salvador Dalí, a quien conoció. Y hoy me he dado cuenta de que la primera vez que vi una tierra que no era la isla en la que nací, Gran Bretaña, fue España.

Cuando yo era muy pequeño, a mediados de los setenta, cogimos un barco  para cruzar el Golfo de Vizcaya. Y Bilbao fue la primera tierra que vi que no fuera la mía. Así que, para un niño pequeño, eso significa que España siempre fue, en cierto modo, la isla arquetípica, u otro lugar en el horizonte. Y eso podría ser, cuando estoy trabajando, lo que siempre pienso… que quiero encontrar nuevas tierras o, si lo prefieres, que quiero navegar hacia el horizonte, hacia un nuevo horizonte en el trabajo que hago.

Por lo tanto, puede ser que por eso España, de alguna forma, sigue siendo un lugar arquetípico para mí.

Usted ha compuesto obras que han sido interpretadas por algunas de las orquestas más importantes del mundo y también las ha dirigido. ¿Qué diferencias encuentra entre estos dos papeles, como director y como compositor, y cómo le enriquecen como músico?

Pienso que componer es esencialmente una actividad solitaria en la que consumes interminables horas y días y semanas en casa, trabajando en una partitura.

En realidad, la partitura no es más que el mapa de un paisaje sonoro o, si lo prefieres, el plano de un vehículo que va a ser la pieza, y que sólo cobra vida en la interpretación. Así que cuando salgo al mundo real para dirigir la pieza puedo presentarla de una forma, supongo, más idealizada, y puedo mostrar con mis gestos, espero, siempre de la mejor forma posible, cómo pretendo que sean esos sonidos.

Y también es, por supuesto, agradable para mí, como alguien que tiene esencialmente un trabajo normalmente solitario, pasar tiempo con gente, con músicos reales; y me encanta el momento del contacto con los sonidos que hasta ahora sólo existían en mi cabeza y que había transferido a una especie de código sobre el papel, en notación musical… El contacto con alguien que toca un violín o golpea un tambor es muy emocionante. Y si estoy dirigiendo puedo decir: «¿podrías golpearlo aquí en lugar de allí, o podrías tocar el violín ligeramente más parecido a esto aquí o allí?». Puedo acercarme todo que puedo, en el tiempo disponible, a lo que quiero.

© Fotografía de Marco Borggreve proporcionada por el departamento de comunicación de la Fundación BBVA.